Cuando tenía 14 años caminaba por el bosque y me encontré a una mujer en el claro del bosque, le dije "¿bailamos?". Solo sé que abrió sus brazos, bailamos y no hablamos. Nos separamos. Hasta el día siguiente no supe lo que aquello suponía; mi padre me lo dijo sin haberle preguntado.
No nos hablamos, si lo recuerdas, te invito a leer este libro y comenzamos a conversar.
Con cariño,
Claros del Bosque
María Zambrano
CLAROS DEL BOSQUE
El claro del bosque es un centro en el que no siempre es posible entrar; desde la linde se le mira y el aparecer de algunas huellas de animales no ayuda a dar ese paso. Es otro reino que un alma habita y guarda. Algún pájaro avisa y llama a ir hasta donde vaya marcando su voz. Y se la obedece; luego no se encuentra nada, nada que no sea un lugar intacto que parece haberse abierto en ese solo instante y que nunca más se dará así. No hay que buscarlo. No hay que buscar. Es la lección inmediata de los claros del bosque: no hay que ir a buscarlos, ni tampoco a buscar nada de ellos. Nada determinado, prefigurado, consabido. Y la analogía del claro con el templo puede desviar la atención.
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