miércoles, 1 de enero de 2020

Holaluz

La empresaria que promete una factura de la luz “sin trampa ni cartón”

La empresaria, fotografiada en la playa de la Barceloneta.
La empresaria, fotografiada en la playa de la Barceloneta. 
Carlota Pi, cofundadora y presidenta de Holaluz, ha revolucionado un mercado anquilosado durante décadas como el eléctrico con una propuesta verde, sostenible y más justa con el cliente y la sociedad.
ACARLOTA PI le va a costar mucho olvidar 2019. No solo porque sus hijas hayan cumplido 12, 10 y 8 años o porque haya recibido el prestigioso Premio Rey Jaume I al emprendedor del año, sino porque su cuarta hijaHolaluz, la empresa que fundó junto a sus dos socios en 2010, ha empezado a cotizar a lo grande en el Mercado Alternativo Bursátil (MAB). Fue el pasado 29 de noviembre, “el día del Black Friday, que convertimos en el día del Green Friday”, bromea esta barcelonesa nacida en 1976. Una de las pocas mujeres encargadas de tocar la campana que anuncia un estreno en la Bolsa. Desde entonces, la acción de la comercializadora de energía verde que presume de haber irrumpido en el anquilosado sector eléctrico para cambiarlo y promete una factura de la luz “sin trampa ni cartón” y con ahorros anuales superiores al 10%, acumulaba a mediados de diciembre una revalorización del 13%.
Un éxito que la empresaria valora solo después de esgrimir el discurso que repite incesantemente sobre “el propósito trascendente y genuino de hacer del mundo un lugar mejor” que le llevó a crear Holaluz en un bar de Barcelona con Oriol Vila y Ferran Nogué. El fallecido profesor José Antonio Segarra (para quien están preparando un libro de homenaje) enseñó a los tres compañeros de máster del IESE, cuando todavía no sabían que iban a ser emprendedores, que una empresa debe generar valor a través de sus valores. “Y aquello nos tocó el alma. Creemos que una compañía bien gestionada es capaz de encontrar el camino hacia la rentabilidad, de devolver dinero a los accionistas, al tiempo que puede convertirse en una plataforma para trabajar por un planeta 100% renovable desde un lugar donde las personas pueden alcanzar la mejor versión de sí mismas”. Es el mantra de Holaluz.
Una reunión de trabajo en las oficinas de la comercializadora de energía verde Holaluz.
Una reunión de trabajo en las oficinas de la comercializadora de energía verde Holaluz. 
Su presidenta explica cómo los socios decidieron “ir a por todas” en vez de continuar con el más cómodo y lento crecimiento que les ha llevado a contar con 180.000 clientes y facturar 180 millones de euros en 2018. “Creímos que era nuestra responsabilidad acelerar la compañía saliendo a cotizar. Queremos hacer a la gente partícipe del cambio. Solos no podemos conseguir la transformación del mercado eléctrico, sino gracias a los usuarios que deciden sumarse a la luz justa de Holaluz. Nos hacía mucha ilusión abrir el capital a las personas preocupadas por el planeta y que quieren ahorrar. Hoy cualquiera puede comprar 200 euros en acciones de Holaluz y decidir a qué visión del mundo da su apoyo”.
“Nos gusta mucho una cita de los romanos que dice “Audentes fortuna iuvat”, la fortuna sonríe a los audaces, que es lo que pensamos que nos está pasando ahora que hemos conseguido una demanda de más del doble para la ampliación de capital de 40 millones de euros que nos proponíamos”. Una operación a la que se han sumado más de 200 inversores particulares y en la que esa demanda insatisfecha es una de las causas de la subida que está experimentando el valor de la acción, señala.
Carlota Pi, fotografiada en Barcelona.
Carlota Pi, fotografiada en Barcelona. 
Para Carlota Pi, la pérdida del control mayoritario del capital de la empresa que estaba en manos de los tres fundadores “no cambia nada. Tenemos muy claro hacia dónde vamos y ya contamos con los recursos para llegar. Ahora solo hemos de ejecutar el plan”. Su objetivo es alcanzar un millón de clientes y una facturación de unos 1.000 millones de euros en 2023. Es decir, multiplicar por cinco la compañía en cuatro años. Y el camino que se han trazado pasa por invertir el grueso del dinero recolectado en el MAB en ganar notoriedad. “Aún nos conoce poca gente y sabemos que, si lo hace, tenemos una posibilidad muy elevada de que nos escojan, ya que el 39% de nuestros nuevos clientes llegan por recomendación directa de otros clientes. Es el número del que nos sentimos más orgullosos”, asegura.
Es ingeniera industrial, viste faldas de tul porque también es bailarina y quiere expresarlo con ellas. Cortas, largas, negras, grises, moradas…, las prendas se las confecciona una amiga que regenta la tienda de novias Érase Una Vez. Primero las hacía con los sobrantes de los vestidos, cuenta, pero ahora las vende. Su amor por el baile se lo ha transmitido a sus hijas, a las que también compra faldas de tul, y reciben clases de ballet, jazz, hip-hop y claqué, un zapateado que la madre comparte con ellas para disgusto de sus vecinos. “Es dificilísimo, no doy pie con bola, soy la peor de las cuatro”, reconoce.
Carlota se apuntó a claqué porque alguien le contó que la forma de generar nuevas neuronas era abordar actividades nunca practicadas. Se lo creyó. Igual que está convencida de que combinar la maternidad con la dirección de una empresa es muy fácil. “Digan lo que digan, la encrucijada de elegir entre la maternidad y la carrera profesional es falsa”, afirma. Lo que necesita cualquier persona que quiere hacer muchas cosas en la vida es libertad, flexibilidad, sostiene la emprendedora. “Ser madre es lo mejor que hago y lo que más me gusta, aunque no soy una madre de carné”. Todas las semanas va dos días a buscar a sus hijas al colegio.
Porque en Holaluz no hay horarios, ni vacaciones establecidas; todo el mundo puede trabajar desde casa y organizarse a su gusto. Lo importante es cumplir los objetivos que se diseñan conjuntamente con los 188 empleados y tener al alcance los recursos necesarios para conseguirlos. Entre otros, una guardería en la oficina donde las madres amamantan a sus bebés sin salir del trabajo. ¿Por qué no lo hacen entonces el resto de las empresas? “Es mucho más cómodo controlar el horario de entrada y salida con una máquina de fichar que dedicar tiempo y esfuerzo a definir unas metas individuales, revisarlas y dar las herramientas para alcanzarlas”, responde. Y avisa a quien la quiera oír: la gente que puede elegir dónde trabajar, quiere hacerlo en empresas que les den confianza para crear, equivocarse y tomar decisiones.
Un detalle de su mesa de trabajo.
Un detalle de su mesa de trabajo. 
Carlota Pi siempre se expresa en plural, salvo para decir que de lo que más satisfecha se siente de los nueve años de Holaluz “es del equipo, de la cultura de compañía, unos valores que a veces nos ha costado que no se difuminen con el crecimiento”. Las empresas no son nada sin las personas; el MAB, la tecnología, el edificio… son solo herramientas, defiende esta emprendedora, que se jacta de estar liderando el mercado de la electricidad desde la innovación. “Antes una compañía verde y digital era algo raro; ahora todas las marquesinas de los autobuses están empapeladas con anuncios de que fulanito es verde y digital. Nos hemos convertido en un jugador de referencia para muchos competidores, y eso es liderar”. Eso es un éxito en 2019. 

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