Según la Primera Crónica General, redactada durante el reinado de Alfonso X, la muerte del legendario héroe medieval Bernardo del Carpio acaeció:
«En el XXI anno (del rey Alfonso III el Magno) murió el noble cavallero don Bernaldo del Carpio, assí como cuenta don Lucas de Tuy.»1
Es decir, allá por el año 887, ya que Alfonso III de Asturias fue coronado en el 866, habría fallecido el legendario Bernardo del Carpio. Pero no dice dónde falleció ni de qué modo. Así que pronto surgieron leyendas y restos materiales relacionados con su muerte.
La Peña Longa y la Cueva de Bernardo del Carpio en Aguilar de Campoo
La Peña Longa y la Cueva de Bernardo del Carpio en Aguilar de Campoo
Según una de estas tradiciones, el supuesto sepulcro de Bernardo del Carpio está en una cueva situada en la localidad palentina de Aguilar de Campoo.

La Cueva de Bernardo del Carpio en Aguilar de Campoo

Puerta acceso Cueva Bernardo del Carpio
Puerta acceso Cueva Bernardo del Carpio
Cueva Bernardo del Carpio
Cueva Bernardo del Carpio
La cueva es una pequeña cavidad de origen kárstico, de unos siete metros de profundidad, situada en la falda meridional de la Peña Longa, justo enfrente del monasterio de Santa María la Real de Aguilar.
Es posible que sirviera de eremitorio altomedieval. En el documento de fundación de Santa María la Real, datado en el año 852 pero que hace referencia a hechos del 822, se cuenta que cuando el caballero Alpidio trataba de dar caza a un jabalí descubrió en la Peña, junto al lugar donde hoy esta el antiguo cenobio, dos pequeñas ermitas abandonadas.
Se lo comunicó a su hermano Ópila, abada del monasterio de San Miguel de tablada, a orillas del Ebro, quien se acercó a la zona. Tras examinar las ermitas vio que eran de época antigua, es decir, visigodas, y que contenía reliquias. Una conservaba reliquias de San Pedro y San Pablo Apóstol; la otra, situada más abajo, guardaba las de Santa María, Santa Engracia, San Juan Bautista, San Pelayo Mártir y San Martín Confesor.
Ópila consideró este como un buen lugar para fundar un nuevo cenobio.2
Excepto para el padre Flórez, quien en el siglo XVIII dio por bueno este documento, los demás historiadores han tomado este documento como falso.
Aun así es posible ver en esta leyenda cierta inspiración en la realidad: no es difícil asociar la primera ermita con la Cueva de Bernardo y la segunda con la Cueva de los Gitanos, desaparecida parcialmente por el ensanche de la carretera a Cervera de Pisuerga.
Dentro de la cueva, actualmente cerrada al público por una reja, aun es posible ver la cubierta de un sepulcro en el que con letra gótica se nos cuenta quién es el difunto que ahí reposa. La inscripción se ha perdido en parte (solo se conservan las dos primeras líneas), aunque gracias a fray Antonio Sánchez sabemos que cuando se hallaba completa decía:
«Aquí yace sepultado el noble y esforzado cavallero Bernardo del Carpio defensor de España hijo de don Sancho Díaz conde de Saldaña i de la infanta doña Ximena hija del rey don Alonso el II llamado el Casto. Murió por los años de 850».3
Interior de la Cueva de Bernardo del Carpio con la lápida y una reproducción de la espada
Interior de la Cueva de Bernardo del Carpio con la lápida y una reproducción de la espada
Lápida de la Cueva de Bernardo del Carpio (Tomada de https://www.santamarialareal.org/noticias/bernardo-del-carpio-caballo-entre-la-realidad-y-la-leyenda)
Lápida de la Cueva de Bernardo del Carpio (Tomada de https://www.santamarialareal.org/noticias/bernardo-del-carpio-caballo-entre-la-realidad-y-la-leyenda)
Carlos I visitó el enterramiento en dos ocasiones. la primera en 1517 junto a su hermana Leonor. La segunda en julio de 1522 del caballero llevándose su espada, que aun hoy se puede contemplar en la Armería de Madrid.
El mismo cronista Antonio Sánchez nos dice que junto a este sepulcro se hallaba otro, el de Fernán Gallo «natural de Burgos, Canciller Maior en la batalla de Ronces Valles donde perdió un ojo mas no el estandarte».
Sobre su tumba se encontraba la leyenda: «Quoniam in vita, bernarde, conjunximus facta pulchra jungamos modo sepulcra», que el monje tradujo por: «Pues en la vida, Bernarde, seguimos buenas venturas, juntemos las sepulturas».
Cuando Sebastián de Miñano entre 1826 y 1829 y Pascual de Madoz entre 1845 y 1850 redactan sus respectivos Diccionarios Geográfico-Estadísticos, este enterramiento aun se podía ver. Hoy no queda ni rastro de el. Más aún, en la misma Crónica del Monasterio se habla de que fuera de la cueva, en el suelo de la ermita propiamente dicha, bajo “una lapida bien grande algo levantada con una espada labrada en la misma piedra por armas”, reposan los restos del caballero francés don Bueso, derrotado en la fabulosa batalla de Ordejón por el propio Bernardo.
Miñano y Madoz no hablan ni del enterramiento ni de la ermita probablemente ya desaparecida y con cuyos restos -románicos- se levantaría el actual muro de cierre de la cueva.
Esta más que claro que los enterramientos no se corresponden ni con la época ni con la existencia de estos personajes. Lo más probable es que los monjes de Santa María la Real se inventaran estos sepulcros para atraer a curiosos y recibir dádivas.
Lo que sí resulta razonable es que fueran centros de culto desde época visigoda y que fueran utilizados como santuarios eremíticos en época altomedieval.

La espada de Bernardo del Carpio: Durandarte o Durandal

Espada de Bernardo del Carpio
Espada de Bernardo del Carpio
Según la leyenda tras la victoria de Roncesvalles, Bernardo del Carpio se hizo con la espada del fallecido Roldán: Durandarte o Durandal. Esta espada la había recibido Roldán a los 17 años cuando fue nombrado caballero por el propio Carlomagno.
En la visita que Carlos I realizó a la cueva de Bernardo del Carpio en 1522 se hizo con la supuesta espada del legendario héroe y se la llevó a Madrid. Por esta razón se encuentra actualmente en la Real Armería de Madrid (con el nº 1698, armario C).
En su hoja se encuentra grabado el nombre de Bernardo del Carpio. Es posible que la empuñadura actual sustituyera a la original, deteriorada por la humedad de la cueva, y elaborándola al gusto de la época.

  1. Primera Crónica General de España, que mando componer Alfonso X el Sabio y se continuaba bajo Sancho IV en 1289_; editada por Ramón MENÉNDEZ PIDAL, 2 vols. Madrid, 1955. Citada por Juan VICTORIO en su edición del _Cantar del Roldan_. Edit. Cátedra. Madrid, 1983.
  2. Yepes, Antonio: Coronica general de la orden de San Benito, patriarca de religiosos vol. III, Madrid, 1610.
  3. Fray Antonio Sánchez: Historia del Monasterio de Santa María de Aguilar copiada de la antigua chronica de aquel Monasterio. Manuscrito 2030. Biblioteca Nacional. Fol. 223.

Bibliografía