viernes, 2 de agosto de 2019

Kristalina Georgieva, la economista que rompió las fronteras de su mundo






Kristalina Georgieva, la economista que rompió las fronteras de su mundo

Pese a ser la candidata elegida por la UE para dirigir el FMI, el gran escollo de la economista es su edad, que supera los criterios fijados por el organismo internacional

Kristalina Georgieva, en su despacho de Washington en el Banco Mundial, el año pasado.
Kristalina Georgieva, en su despacho de Washington en el Banco Mundial, el año pasado. XAVIER DUSSAQ
Cuando tenía 30 años, Kristalina Georgieva (Sofía, 1953) creía saber al dedillo cómo iba a ser toda su vida. Desde pequeña había visto cómo en la Bulgaria comunista en la que se crio siempre se repetía el mismo patrón. Y ella no tenía por qué ser la excepción. Había logrado una plaza como profesora de Economía en el entonces instituto universitario de Karl Marx. Y en ese edificio de corte soviético de la capital búlgara imaginaba que impartiría clases hasta su jubilación a los 55 años. El desmoronamiento del bloque comunista rompió la frontera de ese pequeño mundo. Y lejos de haberse retirado, a punto de cumplir los 65 años está dispuesta a tomar las riendas de una de las instituciones económicas más poderosas del mundo: el Fondo Monetario Internacional (FMI). Su camino no ha hecho más que empezar y está lleno de obstáculos, empezando por su edad, que supera los criterios fijados en el proceso de selección. Y el cambio en los estatutos no está garantizado.
Georgieva no es ajena a las instituciones que nacieron hace 75 años en Bretton Woods. Tras salir de Sofía, esta economista subió escalafones en el Banco Mundial y alcanzó su vicepresidencia en 2008. Solo dos años después, fue requerida por el Gobierno búlgaro para ocupar la cartera de Desarrollo de la Comisión Europea. Su país, que acababa de entrar en la UE hacía apenas tres años, afrontaba su primera gran crisis de reputación después de que la primera candidata a ese puesto, Rumiana Jeleva, tuviera que renunciar al cargo tras unas desastrosas audiencias en el Parlamento Europeo, que estaba dispuesto a suspenderla por su desconocimiento en la materia. Georgieva aseguró que aceptó ese puesto en el Ejecutivo de José Manuel Durão Barroso por sentimiento patriótico ante el ruego que le hizo el primer ministro del país, Boiko Borisov.
El perfil de Georgieva creció bajo el mandato de Jean-Claude Juncker, cuando asumió la vicepresidencia encargada del presupuesto de la UE, considerada como una de las áreas más poderosas del Ejecutivo comunitario al tener la llave de una caja de alrededor de 160.000 millones anuales. Allí precisamente tuvo como mano derecha a la actual ministra de Economía española, Nadia Calviño, que lideraba la dirección general que gestionaba las finanzas comunitarias.
Sin embargo, el segundo mandato de Georgieva en la Comisión Europea no fue fácil. Según fuentes comunitarias, la búlgara era muy crítica, sobre todo con el que hasta el pasado mes fue el secretario general del Ejecutivo comunitario, Martin Selmayr, entonces jefe de gabinete del presidente de la Comisión. Ambos chocaron por cuestiones como el plan Juncker, la gestión de los retos migratorios o el Brexit. Otras fuentes recuerdan la competencia de Georgieva, pero también su carácter “directo” y sin tapujos, a veces incluso duro. Tras ver frustrada su carrera para ser secretaria general de la ONU en 2016 e incómoda en Bruselas, Georgieva decidió regresar al Banco Mundial como consejera delegada.
Georgieva avisó en una entrevista a EL PAÍS: “Ahora tengo 65 años y no tengo ninguna intención de retirarme, para pena de mi familia, que es lo que querrían. No hace falta decir que pasé por momentos muy duros, pero tengo mucha suerte porque soy una optimista”. Antes de entrar al Banco Mundial, la búlgara practica yoga y meditación. Los días importantes, dice, busca algo que pueda elevar más sus niveles adrenalina: entra en el coche y pone We will rock you, de Queen.
Conservadora y comprometida con la igualdad de género, Georgieva pudo haber tenido que hacer las maletas para volver a Bruselas el pasado mes de junio al sonar insistentemente para un alto cargo, como alta representante para Política Exterior o incluso presidenta del Consejo Europeo. Sus opciones estuvieron ahí durante la noche en la que se decidía la renovación de toda la cúpula europea y en la que fueron saltando nombres a golpe de receso. En lugar de volver a Europa, Georgieva solo tendría que cruzar la calle para ir a su nuevo puesto de trabajo.
En su candidatura ha pesado su experiencia en organizaciones internacionales, la igualdad de género para las dos principales instituciones (el Banco Mundial está presidido por David Malpass) y proceder del Este de Europa, que se quedó sin ningún alto cargo en la renovación de los principales cargos de la UE. Ahora sus opciones dependen de que el Consejo del FMI acepte cambiar sus estatutos, que impiden que el director gerente del organismo tenga más de 65 años. Por eso motivo, varios países se resistían a su candidatura al considerar que la UE se la juega en un momento en el que los países emergentes quieren romper el monopolio europeo en ese organismo. Estas fuentes recuerdan que el gobernador del Banco de Israel, Stanley Fischer, con una amplia trayectoria internacional, fue rechazado de plano por el FMI por tener 67 años. Nadie descarta que, si eso ocurre, la UE pueda tener una carta en la manga y presentar otro nombre, aunque eso no evitaría correr el riesgo de perder esa parcela de poder que ha tenido Europa desde 1946.
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