Yo nunca he pretendido hacer daño a nadie pero aprecié que lo hice.
Pensar como hacer saltar la espoleta cuando sobrevuelo la tierra batida, el cielo batido, me distrajo meses y me hizo olvidar a María Isabel hasta que me dí de bruces en Valdeón
Al levantarme me volví a ti.
Las flores todas eran de distinto color. Nunca del amanecer de Oaxaca ni del atardecer del Sacromonte.
Tome esta flor señor, se la deseo regalar, es bueno y me hace sentir bien.
Mis nietas crecerán en la tierra de Cuatro Vientos, en la cual María, la madre de Dios las protegerá.
E Isabel, la que cuida de Dios, las cuidará de peligro alguno en su desarrollo.
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