Maigret

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Maigret tiende una trampa
Simenon


Es la primera novela que leo. El día no era de verano, pero la tarde grisácea me envolvió mientras lo leía.
Probablemente mi placer por los asesinatos enristrados que dejan las calles en silencio cuando la luz nos deja.
Era el otoño de 1957. El abuelo volvió de sus frecuentes viajes a Biartitz.  Mientras mis padres le afeaban el despilfarro, yo le abría la maleta de cuero claro y le tomaba la novela que siempre traía, junto con sobres de sopa y latas de codorniz en escabeche. Aquel día le tomé una hoja con buena caligrafía y firmada con Jöell tras un una joja dibujada y una nota de afecto. Al día siguuente: Augusto dame la hoja y no digas nads a nadie. La llevaba en el bolsillo para dejarla en el cajón del ropero donde gabía otras bajo el reloj y los gemelos.