sábado, 20 de mayo de 2017

La omnipresente red de amor



Los objetos del Universo no tienen movimiento propio sino que se mueven gracias al campo gravitacional. Surcan valles y crestas como lo hacen los objetos en el mar, las yeguas húngaras y los halazanes mazures al sentir sobre sus sillas al joven hombre con inseguro montar al apretar tembloroso de sus talones en las amantes axilas.

Así, no se mueve  la tierra alrededor del sol, sino que este la obliga a seguirle tras sus pasos con su apasionado amor.

No camina la araña sobre su red, sino que esta es la que la trapa por su desmedido amor aireado por valles y lomas.

No se mueven nuestros órganos, sino que estos lo hacen por el ímpetu amoroso de la red fascial que les envuelve y penetra sometiéndoles a su poder omnímodo.




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