Los mejores cuidadores de ancianos
Alfa y Omega
ABC, 07-07-16
Religiosas y movimientos sociales del barrio de Lavapiés (Madrid) se han unido para formar a manteros subsaharianos que atienden a ancianos en los hogares. Uno de los jóvenes del proyecto comenta la extrañeza que le produce la soledad de los ancianos en España.
El respeto por los objetos (sí, objetos) vivos y por los objetos (sí, objetos) no vivos es, probablemente, se ha mantenido en mí desde muy niño; desde antes de haber cumplido cinco años. Conviví con mi abuela Dolores hasta 1967. Siempre he convivido con mi memoria, desde el mismo tiempo. He convivido con la casa de piedra de La Corona, de la que mi abuela me decía que había sido tirada después de quemada con los padres, cinco hijos pequeños y los abuelos, el fía de la Santina de 1936, aunque ya lo habían hecho el dia de Todos los Santos de 1934. Que lo habían hecho los fascistas traídos por un hijo de los abuelos y que vivía en Coruño.
Al lado de la casa de Alvarin, mi bisabuelo materno y padre de mi abuelo materno, estaba la casa de María la de Ramonzón, cercana a los 70 años en 1967. Vivía sola en muy malas condiciones, casándose, a principios de los años 60 con Enrique "el polvorilla" que vivía con otros dos hermanos (Manolo y Ángel) con su madre, en las ruinas de la "casa quemada". Enrique, que tenía 26 años cuando se casó con María, le dije que la gente decía que se había casado con María para "llevarle las perras y la vaca que tenía". No, Agustito, yo quiero a María y quiero ayudarla a vivir de otra manera; los dos somos miserables". En una ocasión defendí estas palabras ante las injuriantes de otro en el bar "El Cazuelu"; ante el "castañazu" que ne arreó el injuriante, tomé escobón que taba fuera y se lo partí en la cabeza. Los vecinos allí presentes me impusieron que fuera para casa. Me forzaron en contra de mi voluntad. Con la cabeza sangrando, Elvira, la dueña del bar, gritaba "dir a por don Paco que matolu. Esti guaje tien el demoniu dentro".
Yendo pa casa, alcontrome el desgraciau injuriante. Quiso pegame con la guillada pero con un tubo de plomo que taba en la cuneta donde taben poniendo el cable del teléfono, volví a dai otra vez en la cabeza, cayó pa'tras y quedó sangrando. Al ver tal desfechu volvime a casa del Cazuelu que volvieron conmigo a recogelu". El desgraciau non me volvió hablar hasta que yo fuime grande y fue a veme al hospital p'arreglar el que no echaba gota y doliai la barriga. "Perdona fiu, lo d'aquella vez". Nun te lo perdono porque no soy pa con ello, pero ayúdote.
Bueno, paseme al otro llau, pero ye que lo que se fai mal non pueo conello". Otru dia anotaré lo que hoy quería y non pude seguir al venime lo viello a la cabeza mía.
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