La salud y la enfermedad son bienes intangibles y singulares del individuo.
No se pueden tomar para ser utilizados por otro individuo.
La salud y la enfermedad no pueden ser utilizados como objetos de mercado; no pueden ser ofertados ni demandados.
La salud y la enfermedad corren en paralelo, no interseccionan, no tienen "punto M" del mercado.
La salud y la enfermedad no pueden ser robadas y, por ello, tampoco vendidas. No son objetos ocultables al Mercado del que no son presa.
Los "ecónomos" de la salud y de la enfermedad no pueden ejercer como prestamistas. Por este motivo, se separan los "prestamistas" (aseguradoras de riesgo, o contingencia) de los ecónomos, o sanitarios.
Hay administradores de recursos sanitarios como intermediarios entre los prestamistas y y los ecónomos.
Hay administradores sanitarios.
Tu salud no la puedo utilizar yo ni nadie. Tu enfermedad no la puedo utilizar yo ni nadie.
Mi salud y/o mi enfermedad, no la puedo vender ni comprar; no tiene precio. Si me la roban no hay prestamista que la pueda empeñar.
La salud y la enfermedad no es propiedad de la vida, sí que es una propiedad de la muerte.
Si la salud y la enfermedad la compra o la vende solo tiene un comprador y un vendedor: el Centro Director de la Muerte que se encuentra en el espacio y el tiempo de la Vida, estando estos fuera de aquel de la Muerte.
Pueden preguntarse por el denominado Sistema Sanitario, las causas y los efectos del mismo. El Sistema Sanitario no tiene como fin La Salud y La No Enfermedad, siendo la causa el comercio.
La no salud y si enfermed es la demanda que el mercado hace al ciudadano y al enfermo; El Estado transforma, como su regulador, su no salud (no confundir co malsano) en objeto de mercado.
Nota.- En el verano de 1936, el 18 de julio, las ratas de las cloacas del Estado República de España, asaltaron las casas de los ciudadanos españoles que llevaban dos años con sus manos ocultando la vergüenza de su cobardía. Un puñado de leales al Estado de la República resistieron.
¡Vivan los republicanos! Tenemos memoria de aquel, este, aciago verano de 1936. Aún sigo pisando las ratas que mordisquean mis piés descalzos y mi cuerpo cubierto con el mono azul de trabajo.
Sigo mi mono azul trabajando en las trincheras zapadas en torno a quienes me han confiado restablecer su salud y privarles de la enfermedad que un Estado Dictadura venido por mandato de aquel establecido por las desleales ratas en el negro verano de 1936.