La Lealtad necesita empuñar la espada.
El rey no se sintió emperador hasta que no tomó como suya la espada de las manos de quien había hecho hincar la rodilla ante Asturias en Roncesvalles y que entonces reposaba su cuerpo yaciente y en paz en Carrión de los Condes, la tierra de su padre asesinado por el villano Ramiro.
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