LA GRAN SALA
HACE hoy (1) trescientos cuarenta y ocho años,
seis meses y diecinueve días que los parisinos
se despertaron al ruido de todas las campanas
repicando a todo repicar en el triple recinto de
la Cité, de la Universidad y de la Ville.
De aquel 6 de enero de 1482 la historia no ha
guardado ningún recuerdo. Nada destacable en
aquel acontecimiento que desde muy temprano
hizo voltear las campanas y que puso en movimiento a los burgueses de París; no se trataba
de ningún ataque de borgoñeses o picardos, ni
de ninguna reliquia paseada en procesión;
tampoco de una manifestación de estudiantes
en la Viña de Laas ni de la repentina presencia
de Nuestro muy temido y retpetado reñor, el
Rey, ni siquiera de una atractiva ejecución publica, en el patíbulo, de un grupo de ladrones o
ladronas por la justicia de París. No to motivaba tampoco la aparición, tan familiar en el París
del siglo XV, de ninguna atractiva y exótica
embajada, pues hacía apenas dos días que la
última de estas cabalgatas, precisamente la de
la embajada flamenca, había tenido lugar para
concertar el matrimonio entre el Delfín y Margarita de Flandes, con gran enojo, por cierto, de
monseñor el Cardenal de Borbón.que, para
complacer al rey, hubo de fingir agrado ante
todo el rústtco gentío de burgomaestres flamencos y hubo de obsequiarles en su palacio de
Borbón con una atractiva representación y una
entretenida farsa, mientras una fuerte lluvia
inundaba y deterioraba las magníficas tapicerías colocadas a la entrada para la recepción de
la embajada.
1. Nota de Víctor Hugo en la página del
título de su manuscrito: «He escrito las
tres o cuatro primeras páginas de Nuestra Señora de Parír el 25 de julio de
1830. La revolución de julio me interrumpió. Después vino al mundo mi
querida pequeña Adela (¡bendita sea!) y
continúo escribiendo Nuertra Señora de
Parír el primero de septiembre; la obra
se terminó el 15 de enero de 1831.» Adela nació el segundo día de la revolución.
Lo que aquel 6 de enero animaba de tal forma al
pueblo de París, como dice el cronista Jehan de
Troyes, era la coincidencia de la doble celebración, ya de tiempos inmemoriales, del día de
Reyes y la fiesta de los locos.
Ese día había de encenderse una gran hoguera
en la plaza de Grévez(2), plantar el mayo en el
cementerio de la capilla de Braque y representar un misterio(3) en el palacio de justicia.
La víspera, al son de trompetas y tambores,
criados del preboste de París, ataviados de
hermosas sobrevestas de camelote co. for violeta, y con grandes cruces blancas bordadas en el
pecho, habían ya hecho el pregón por las plazas
y calles de la villa y una gran muchedumbre de
burgueses y de burguesas acudía de todas partes, desde horas bien tempranas, hacia alguno
de estos tres lugares mencionados, escogiendo
según sus gustos la fogata, el mayo o la representación del misterio. Conviene precisar, como
elogio al tradicional buen juicio de los curiosos
de París, que la mayoría de la gente tomaba
partido por la hoguera, to que era muy propio
dada la época del año o por el misterio que por
ser representado en la gran sala del palacio,
cubierta y bien cerrada, se encontraba al abrigo
y que la mayor parte dejaba de lado al pobre
«mayo» mal florido, temblando de frío y solito
bajo el cielo de enero en el cementerio de la
capilla de Braque.
(2) Lo que hoy es la plaza del Hótel de ville
(Ayuntamiento) se conocía como plaza de
Grève hasta 1830. Bajaba suavemente hasta el
río Sena. En la Edad Media era el punto de reunión de los obreros sin trabajo
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