Nunca he servido a servidor ni a señor alguno. Soy miembro de la más alta nobleza campesina de esta tierra.
Prefiero seguir mi conducta señor catedrático de la Universidad de Santiago de Compostela y presidente de este tribunal que tiene por propósito juzgar si soy competente para los fines de hacerse cargo de la adjuntía de médico del hospital General de Asturias adscrito al servicio de neurocirugía que no de cirugía neurológica como usted ha referido en reiteradas ocasiones en las oralidades que ha tenido.
No, no me callo, cállese usted si sabe lo que es la dignidad que se ha de tener por todo aquel que es invitado a esta tierra, nunca ocupada por traidores como lo ha sido aquella de la que usted viene y que le dio por nacido en hora no bendecida por Dios nuestro Señor Salvador y si como su vasallo. Antes morir desmembrado que bajo la bota de ningún ser, vivo o inerte.
Yo tengo conducta errada desde que tengo seis años, así es por responder a plan y, por ello, la de hoy lo es por no haberle reprobado como miembro del tribunal que debiera juzgarme. Estoy, sí, perplejo, o descarriado por mi conducta y no por la suya. Si digo, ante este público, que he de ser juzgado por el hombre y no por el falso dios que tiene su engreída actitud.
Señor, exíjole pida perdón, que no disculpas, por su actitud, contraria a todo hombre expulsado del Paraiso. Y, si así no procede, sea Dios quien le niegue arrepentimiento por el pecado heredado de padres indignos de ser considerados hombres por ser servidores del Ángel caído.
Adiós, señores. Pídoles consideren los motivos de mi conducta, hoy y aquí, como La Traviata.
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