La energía oscura de la evolución
Hay más virus en el océano que seres vivos en el planeta. Solo empezamos a comprender sus efectos en la biología
¿Quién es el rey de la creación? El ser humano, solemos pensar como juez y parte en el debate. Ni hay otro juez ni hay otra parte, porque es cierto que nuestra especie es la única en 4.000 millones de años de historia planetaria que ha creado el arte, la poesía, la ciencia y todas esas cosas de las que estamos tan orgullosos como especie. Como dijo Lynn Margulis, el mito central de la cultura es que los humanos ocupamos el centro geométrico de la creación, “a medio camino entre Dios y la piedra”. Lee en Materia, sin embargo, cómo la genómica de los océanos nos está revelando una realidad muy distinta y humillante. Por cualquier criterio objetivable que consideremos, los verdaderos reyes de la creación son los virus. Están aquí desde el origen de los tiempos, y seguirán aquí mucho después de que nosotros hayamos desaparecido. Rindamos pleitesía a los dueños de la Tierra.
Solemos pensar en los virus como agentes patógenos, pero eso es casi una rareza en el gran marco viral de las cosas. La inmensa mayoría de los virus, que sepamos por ahora, son fagos (abreviatura de bacteriófagos, o virus que infectan a bacterias). Hay diez fagos por cada bacteria del océano, y estos virus son el mayor reservorio de información genética que existe en el planeta. Cuando las condiciones estresan a sus huéspedes, como tal vez esté ocurriendo en el Ártico por el cambio climático, los fagos que hasta entonces vivían estables integrados en el genoma bacteriano empiezan a hacer las maletas, se cargan a su hospedador y se largan a otra bacteria más prometedora. A menudo se llevan unos cuantos genes bacterianos con ellos, y este es el fundamento de la “transferencia horizontal” que subyace a menudo a la evolución microbiana. Como cada una de nuestras células es una sociedad de bacterias y arqueas formada hace 2.000 millones de años, podemos considerar a los fagos verdaderos artífices de nuestra evolución.
Y hay más. La estructura esencial de nuestros cromosomas, los centrómeros que garantizan el reparto correcto de la información genética cuando una célula se divide en dos células hijas, es de origen viral, como también lo es, en buena parte, el sistema de regulación “epigenética” que modula la actividad de los genes en respuesta al entorno, sea fisiológico o externo. Nuestro sistema inmune, que es una prodigiosa maquinaria molecular dedicada a generar proteínas innovadoras (anticuerpos) y progresivamente más eficaces contra un agente infeccioso, tiene un origen viral. Para defenderse de un virus, no hay como contratar a otro. Incluso el sistema de edición genética CRISPR, que ha revolucionado la genética contemporánea, es una creación de los virus para defenderse unos de otros.
La tradición biológica considera que los virus no son seres vivos, puesto que necesitan infectar a un huésped para poder reproducirse. Es un punto de vista curioso, pues ¿qué ser vivo es completamente autónomo de su entorno físico o biológico? Rendid pleitesía a los amos de la Tierra.
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