Los curas viven y mueren sin familia. La sociedad no los identifica como personas sino como individuos.
El cura asesinado, la Virgen diminuta y los misterios de Facebook
La Justicia estudia archivar el caso de la muerte violenta de un párroco al no poder rastrear las redes sociales de los sospechosos. En el crimen desapareció la segunda imagen más pequeña del planeta
Ourense
Los caminos de Facebook son inescrutables para la juez instructora del crimen de Vilanova, uno de los dos casos de novela que están pendientes de resolver en menos de 30 kilómetros de distancia en la provincia de Ourense. Eva Armesto, la magistrada que investiga una trama de serie negra en la propia comisaría de la policía nacional en la ciudad (con robo de armas, traiciones, anónimos y el presunto homicidio disfrazado de suicidio de un agente zurdo) dirige de lleno sus pesquisas contra dos policías gemelos. Pero Olalla Para, la instructora del martirio y muerte del cura de Vilanova dos Infantes (Celanova), el hombre que custodiaba la Virgen más pequeña de Europa, da carpetazo a la causa porque esta ha quedado enganchada en las redes sociales.
El Departamento de Justicia de Estados Unidos y Facebook consideraron que no había pruebas incriminatorias de peso y se negaron a atender el reiterado requerimiento judicial con el que la investigación trataba de seguir los pasos dados entre la tarde del 9 y la madrugada del 10 de marzo de 2015 por los dos únicos sospechosos de la tortura y asesinato de don Adolfo Enríquez: dos ciudadanos croatas, E.F. y A.F., tío y sobrino, que presuntamente fingían una penosa situación económica para vivir de la infinita caridad del párroco. Se sabe que A.F., residente en Cantabria en aquel momento, había regresado hacía unos días a Ourense y había visitado como de costumbre al cura en dos ocasiones; una de esas veces, aquella misma mañana del día 9. Algún testigo aseguró que el sacerdote se sentía agobiado y no quería recibirlo. "Le habían quitado hasta la sangre", comenta a este diario el sobrino del párroco, José Manuel Enríquez.
A la mañana siguiente, el cadáver del religioso, de 77 años, apareció tendido en el pajar, sobre un montón de patatas que la juez cree que iba a dar a sus agresores y que cayeron rodando de sus manos al asestarle las primeras bofetadas. Don Adolfo fue brutalmente golpeado, como si se hubieran ensañado en su agonía para arrancarle un secreto que él se resistía a revelar. Y lo único que se echó en falta tras su muerte en la rectoral fueron dos cosas: la minúscula Virgen del Cristal, segunda imagen devocional más pequeña del planeta (solo por detrás de la de Letanías, en Bolivia), y una réplica barata que el sacerdote tenía en un anaquel de su despacho. Esta era el último ejemplar de una caja de souvenirs que había encargado para saciar el fervor de los romeros por la auténtica Virgen. A don Adolfo le parecían cutres, incapaces de hacer justicia a la misteriosa imagen de más de 400 años cuya fabricación sigue siendo inexplicable para los orfebres de hoy día, y había decidido no volver a venderlas.
La muerte llamó a la puerta de la casa del cura cuando este preparaba una cena tardía, de regreso del velatorio de un buen amigo, el director de la banda de música del pueblo. La Guardia Civil de Ourense sospechó que los extranjeros habían vuelto aquella noche para robar después de que una vecina revelase haber visto en las inmediaciones de la rectoral un coche compatible con el Golf negro que conducía A.F., el más joven de los investigados. Pero el móvil de este había permanecido apagado durante las horas en las que la autopsia situó la muerte de la víctima, y el de su tío no se había movido de la capital provincial. A la mañana siguiente A.F. dejaba Ourense de una forma que la juez consideró precipitada. En enero de 2016 los dos extranjeros fueron detenidos, tanto ellos como varios parientes incurrieron en contradicciones y no pudieron probar su coartada, pero se libraron sin dificultad de la prisión provisional. Llegaron a declarar que el cura era como un padre para su familia.
Los investigadores pusieron micros en los coches de los sospechosos. También pincharon teléfonos y detectaron conversaciones en las que supuestamente A.F. prevenía a sus allegados de que era necesario tomar cautelas en las comunicaciones. La Guardia Civil comprobó que había información borrada en sus dispositivos electrónicos. Poco a poco los agentes trataban de apuntalar sus sospechas con una armazón de indicios, pero a las autoridades estadounidenses esto no les bastó: necesitaban meter el dedo en la llaga para creer.
Después de empotrarse contra el muro más recio de los que tiene Facebook, el de la confidencialidad de su mensajería privada, Olalla Para optó por archivar el caso de la muerte del guardián de la Virxe do Cristal. Previamente había tratado sin éxito de recabar indicios en WhatsApp y Skype. Pero la Audiencia Provincial todavía tiene la última palabra antes de que el sumario sea condenado al purgatorio de las causas sin resolver. Los magistrados han pedido un último informe a la fiscalía y esta ya ha respondido que no ve salida para realizar más pruebas. Mientras los feligreses y la familia del difunto siguen rogando "justicia para don Adolfo", ahora la instancia provincial debe decidir si el crimen de Vilanova sigue investigándose, se sobresee provisionalmente o se lleva a juicio a los sospechosos. E.F. y A.F., de 40 y 33 años, son miembros de una gran familia asentada en varias provincias españolas y único objetivo de la Guardia Civil después de descartarse otras personas que también revoloteaban como mariposas por la rectoral, a la luz del dinero que les regalaba el cura.
El día del asalto, supuestamente, no faltó ni un euro. Los homicidas removieron habitaciones y rompieron con violencia un montón de enseres como si buscasen algo en su interior. La trituradora de papel o la impresora aparecieron reventadas; el coche, totalmente revuelto y, desperdigados por el suelo y los asientos, unos 300 euros en calderilla que el religioso llevaba organizados en cartuchos de monedas en la guantera. No faltaban dos libros parroquiales del siglo XVII, encuadernados en cuero repujado, a los que la Diócesis daba valor. Y los asaltantes tampoco se habían llevado las cuatro fundas que Adolfo Enríquez tenía para la Virgen. Todas ellas, las más sencillas y la especial, metálica y con la efigie mariana grabada, aparecieron tan ordenadas como él las había dejado en su ropero. Una monja y un cura de confianza, Antonio Gómez, el actual párroco de Vilanova, aseguraron los primeros días de indagaciones que el fallecido solía guardar la imagen en un espacio oculto dentro de este armario. Eso siempre que no la llevaba encima, en un bolsillo delantero de su pantalón.
La gente bromeaba con eso. Alguien llegó a rebautizar a la veneradísima figura como "Virxe do Peto" ("Virgen del Bolsillo"), pero el cura, que llevaba 53 años de párroco del burgo medieval de Vilanova y había revitalizado las romerías, comprendía como nadie el valor de aquella miniatura y asumía hasta las últimas consecuencias su papel de custodio. La Virgen nunca dormía en su santuario, enclavado fuera del pueblo y a menos de un kilómetro de la rectoral. En el altar quedaba una copia. Adolfo Enríquez llevaba la verdadera con él en el pantalón porque con su hornacina dorada no tenía más altura que un smartphone; aunque cuando se sentaba a comer le resultaba incómoda y solía ponerla sobre la mesa.
La imagen del Cristal consiste (o consistía) en una lámina metálica policromada por ambas caras que puede no pasar de dos centímetros pero se ve aumentada por el efecto lupa de su envoltorio transparente. Esta cápsula ovoide de cristal macizo mide menos de cuatro centímetros y es lo que la leyenda dice que se topó un labrador hace más de cuatro siglos. Nunca se aclaró cómo se pudo introducir la policromía en el cristal fundido sin quemarse los pigmentos, y ningún artesano del siglo XXI ha logrado replicarla si no es en metacrilato. El mes pasado, en el enésimo homenaje al párroco que todo el mundo apreciaba, salió a la luz un vídeo grabado en una visita de 2013 por estudiantes del IES As Barxas de Moaña (Pontevedra). La víctima aparece hablando del mito y describiendo los misterios de la imagen por la que, supuestamente, murió.
Fue la propia familia del religioso, después de acceder escoltada a la casa para recoger los objetos personales del difunto, la que descubrió en sus libretas un rosario de anotaciones con pagos en metálico e incluso transferencias al extranjero que vinculaban a la víctima con los sospechosos y sus parientes. Las cuentas del religioso enfocaron las pesquisas. "Vivimos tiempos de decisiones judiciales cuando menos peculiares y anómalas", lamenta el sobrino de Adolfo Enríquez, portavoz de la familia, personada en la causa como acusación particular. "Pero confiamos en la Guardia Civil de Ourense", insiste: "no ha contado en este caso con el apoyo de la UCO (Unidad Central Operativa) y a pesar de las dificultades lo ha dado todo y continúa investigando" porque el delito no prescribe hasta que pasen 20 años. Luego lanza un aviso: "Por mi parte, llegaré hasta el infierno si hace falta para acabar con los culpables en prisión".
Los investigadores creen que si se localiza la auténtica Virgen se resolverá el crimen, aunque José Manuel Enríquez tiene sus dudas. "¿Un robo por encargo? No lo sé... las rectorales viejas son casas de piedra, llenas de recovecos y agujeros. A lo mejor mi tío había escondido la Virgen tan bien que ni en los registros se encontró y ahí sigue".
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