La conducta del ministro de Hacienda no es aprobada por el Congreso de los Diputados.
No se trata de no estar de acuerdo con la administración de lo público, sino que no se está de acuerdo con la conducta, o "malas artes" utilizadas que éticamente, moralmente y legalmente no son propias de un "político" dino de un "idiota" y, por ello, repugnante y no consentible.
Él, como "zoquete", no entiende que su conducta sea execrable, refiriendo que su conducta no es política sino idiota y, por ello, solo limitada por la acción judicial; si fuera político, entendería que estaría limitada por la acción política, legislativa y ejecutiva como derivada derivada esta de la anterior.
Dado que entre políticos no hay legislación punitiva, solo queda el aislar el idiota que, por error, se encuentra en la supoblación política.
El abandonar el Congreso cuando este indivíduo penetra en él.
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