Episodios Nacionales
Los Cien Mil Hijos de San Luis
Benito Pérez Galdós
(Luarna edicciones)
Para la composición de este libro cuenta el
autor con materiales muy preciosos. Además
de las noticias verbales, que casi son el principal fundamento de la presente obra, posee un
manuscrito que le ayudará admirablemente en
la narración de la parte o tratado que lleva por
título Los cien mil hijos de San Luis. El tal manuscrito es hechura de una señora, por cuya razón
bien se comprende que será dos veces interesante, y lo sería más aún si estuviese completo.
¡Lástima grande que la negligencia de los primeros poseedores de él dejara perder una de
las partes más curiosas y necesarias que lo
componen! Sólo dos fragmentos, sin enlace
entre sí, llegaron a nuestras manos. Hemos
hecho toda suerte de laboriosas indagaciones
para allegar lo que falta, pero inútilmente, lo
que en verdad es muy lamentable, porque nos
veremos obligados a llenar con relatos de nuestra propia cosecha el gran vacío que entre ambas piezas del manuscrito femenil resulta.
Este tiene la forma de . Su primer fragmento
lleva por epígrafe De Madrid a Urgel, y empieza
así:
-IEn Bayona, donde busqué refugio tranquilo
al separarme de mi esposo, conocí al general
Eguía. Iba a visitarme con frecuencia, y como
era tan indiscreto y vanidoso, me revelaba sus
planes de conspiración, regocijándose en mi
sorpresa y riendo conmigo del gran chubasco
que amenazaba a los franc-masones. Por él supe en el verano del 21 que Su Majestad, nuestro
católico Rey D. Fernando (Q. D. G.), anhelando
deshacerse de los revolucionarios por cualquier
medio y a toda costa, tenía dos comisionados
en Francia, los cuales eran:
l.º El mismo general D. Francisco Eguía, cuya alta misión era promover desde la frontera
el levantamiento de partidas realistas.
2.º D. José Morejón, oficial de la secretaría de
la Guerra y después secretario reservado de Su
Majestad, con ejercicio de decretos, el cual tenía
el encargo de gestionar en París con el Gobierno francés los medios de arrancar a España el
cauterio de la Constitución gaditana, sustituyéndole con una cataplasma anodina hecha
en la misma farmacia de donde salió la Carta
de Luis XVIII.
Yo alababa estas cosas por no reñir con el
anciano general, que era muy galante y atento
conmigo; pero en mi interior deploraba, como
amante muy fiel del régimen absoluto, que cosas tan graves se emprendieran por la mediación de personas de tan dudoso valer. No conocía yo en aquellos tiempos a Morejón; pero
mis noticias eran que no había sido inventor de
la pólvora. En cuanto a Eguía, debo decir con
mi franqueza habitual que era uno de los hombres más pobres de ingenio que en mi vida he
visto.
Aún gastaba la coleta que le hizo tan famoso
en 1814, y con la coleta el mismo humor atrabiliario, despótico, voluble y regañón. Pero en
Bayona no infundía miedo como en Madrid, y
de él se reían todos. No es exagerado cuanto se
ha dicho de la astuta pastelera que llegó a dominarle. Yo la conocí, y puedo atestiguar que el
agente de nuestro egregio Soberano comprometía lamentablemente su dignidad y aun la
dignidad de la Corona, poniendo en manos de
aquella infame mujer negocios tan delicados.
Ella asistía la tal a las conferencias, administraba gran parte de los fondos, se entendía directamente con los partidarios que un día y otro
pasaban la frontera, y parecía en todo ser ella
misma la organizadora del levantamiento y el
principal apoderado de nuestro querido Rey.