Lagun, referente cultural contra el totalitarismo, cumple 50 años
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Lagun, referente cultural contra el totalitarismo, cumple 50 años
La librería de San Sebastián fue perseguida por el franquismo, atacada por la extrema derecha y objetivo constante del entorno de ETA. Los lectores le rinden hoy homenaje
San Sebastián
“¡Cómo habrá sido de aterradora la vida cotidiana de un lugar para que las personas dedicadas a la venta de libros se conviertan, sin comerlo ni beberlo, en un símbolo de resistencia y libertades!”, señalaba el autor de Patria, el donostiarra Fernando Aramburu, refiriéndose a María Teresa Castells e Ignacio Latierro, promotores de la librería Lagun (compañero, en euskera) de San Sebastián que, hoy, a los 50 años de su apertura, recibe un homenaje de los lectores y de la Diputación de Gipuzkoa en el Teatro Victoria Eugenia, y el Gobierno le concede la Placa de Honor de la Orden Civil de Alfonso X El Sabio.
Sin embargo, no es tan sorprendente esa conversión si nos atenemos al relato de Latierro, de casi 75 años, memoria viva de esta pequeña librería: “Nacimos en 1968 en la Parte Vieja donostiarra, en plena efervescencia política y cultural con la proliferación de cineclubes, teatros, cantautores, etc. Quisimos contribuir, como muchas librerías que entonces se abrieron en España, a la extensión de la cultura democrática y a la oposición al franquismo. Nuestra rebelión política era hija de su censura cultural”.
La iniciativa fue de María Teresa Castells, fallecida el pasado septiembre a los 82 años, tras participar en la Feria del Libro de San Sebastián de 1967 en el estand del Fondo de Cultura Económica, animada por el editor Javier Pradera, que nueve años después sería el primer jefe de Opinión de EL PAÍS. “Pradera, amigo de María Teresa y de su marido, José Ramón Recalde, jugó un papel decisivo. Nos asesoró sobre las editoriales y los catálogos de autores. María Teresa, a la que yo conocía de los medios de oposición al franquismo, me pidió que me incorporara”, señala Latierro. Años después se sumaría Rosa Cuezva, pareja de Latierro.
“Nuestro inicio coincidió con el boom de la literatura latinoamericana, con la irrupción de Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, el libro más vendido de Lagun; con el interés por la historia, como La España del siglo XIX y La España del siglo XX , de Manuel Tuñón de Lara, la recuperación de historiadores republicanos como Claudio Sánchez Albornoz y Américo Castro y los textos de la nueva generación de historiadores vascos, como Antonio Elorza. Entre los libros políticos destacaban los de editoriales como Ciencia Nueva y Alianza, con Jaime Salinas y Pradera”, apunta.
Latierro guarda en un rincón especial de su memoria al distribuidor José Latorre de Diego: “Aparecía con sus maletas cargadas de libros, muchos de editoriales latinoamericanas. Desde el Ulises, de Joyce, a la Historia del pensamiento socialista”. Los libros prohibidos se almacenaban en la trastienda y Castells y Latierro los compraban en Francia. “Eran de Ruedo Ibérico, Librería Española y Editorial Ebro. El más vendido entonces fue La Guerra Civil española, de Hugh Thomas”.
En pocos años, Lagun encontró su espacio como referente cultural del antifranquismo. Alimentó esa imagen su decisión de sumarse a la huelga general convocada el 3 de diciembre de 1970 por los partidos antifranquistas clandestinos contra el juicio militar a 16 militantes de ETA. Para seis de ellos, el fiscal pedía la pena de muerte. El cierre de Lagun acarreó una multa gubernativa contra María Teresa Castells que, tras negarse a pagarla, permaneció un mes en la prisión donostiarra de Martutene.
En la Transición, entre 1976 y 1977, Lagun tuvo que pagar el precio de los ataques de la extrema derecha, incluida la explosión de una potente bomba incendiaria. Pero con lo que Castells y Latierro no contaban era que, desaparecido el franquismo, iban a seguir siendo objeto de ataques. Esta vez de ETA. Así lo recuerda Latierro: “Tras la muerte de Franco percibimos la fractura en la sociedad vasca. Nunca imaginamos que llegaría tan lejos. En julio de 1983, murió un militante de ETA al estallarle la bomba que manipulaba. La izquierda abertzaleconvocó una huelga general. En Lagun nos negamos a cerrar. Solo otros dos comercios se sumaron a esta negativa: Perfumería Kenny y Mariano Larrandia. Desde ese momento fuimos objetivo de ETA con la conciencia de que nos atacaban a los mismos que luchamos contra el franquismo”.
Desde 1983 fueron incontables las veces que pintaron y rompieron los escaparates.“Desde la consolidación de la democracia decayó el libro político y potenciamos los autores clásicos en literatura e historia y los compaginamos con los autores nuevos”, señala Latierro. También permaneció la clientela. “Algunos, pocos, nos abandonaron cuando fuimos objetivo de ETA. Luego han vuelto”. Lagun tiene en su nómina de clientes a escritores donostiarras que cuando regresan a su ciudad la visitan como Fernando Savater, Fernando Aramburu, Juan Pablo Fusi, Raúl Guerra Garrido o Juan José Solozábal. Latierro recuerda a Joaquín Forradellas. “Murió hace pocos años. Era el cliente más habitual. Profesor de un instituto donostiarra, muy humilde. Pero un gran filólogo, cuya firma aparece junto a la de Francisco Rico en su primera edición de El Quijote”.
Lagun, tras superar la doble prueba del totalitarismo franquista y etarra, lucha hoy por sobrevivir en un mundo en el que compite con los libros digitales, las grandes superficies y la compra por Internet. “El libro de papel seguirá en las librerías. Aunque la figura del librero se va diluyendo, el boca a boca sigue siendo decisivo. Ahí seguimos. Yo, como librero emérito”, señala Latierro.
“ESTUVIMOS TENTADOS A ABANDONAR”
El ataque más grave a Lagun se produjo en noviembre de 1996. “Fue arrasada y estuvimos tentados de abandonar. Pero el flujo de clientes fue impresionante, nos compraban hasta los libros quemados, su apoyo nos animó a seguir con la librería abierta. El nuevo ataque que sufrimos en enero de 1997 tuvo eco internacional y el Gobierno vasco nos puso una dotación de la Ertzantza”, relata Ignacio Latierro. En septiembre de 2000, el marido de María Teresa Castells, José Ramón Recalde, exconsejero de Educación del Gobierno vasco y reconocido intelectual, fue gravemente herido por ETA. “No cedimos al chantaje de ETA. Resistimos trasladando Lagun de la Parte Vieja a otra zona más resguardada, en la calle Urdaneta, donde sigue”.
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