domingo, 1 de mayo de 2022
Autopista Oviedo Gijón de 1928
MARCO MENÉNDEZ
GIJÓN.
Martes, 19 noviembre 2013, 02:04
La necesidad de unas buenas comunicaciones entre Gijón y Oviedo ya fue advertida por los emprendedores de comienzos del siglo XX, pero fue necesario esperar hasta el 13 de febrero de 1976 para que fuera una realidad. Se trataba de construir una autopista que conectara las dos principales ciudades asturianas y en mayo de 1928 -hace 85 años- el impulsor de la autovía Príncipe de Asturias, 'carretera de pista directa', presentaba su proyecto en el Ayuntamiento de Gijón.
Se trataba de Augusto Díaz-Ordóñez y Bailly, conde de San Antolín de Sotillo, que tenía en sus manos un proyecto realizado por los ingenieros Corujedo y Sánchez del Río. Esta vía de comunicación era algo innovador en España, pues hasta el momento sólo existían proyectos o se iniciaba la construcción de alguna en Madrid, como las que estaban llamadas a conectar con Valencia, Irún o Vigo.
Pero el proyecto entre Gijón y Oviedo iba más allá pues, tal y como publicó EL COMERCIO el 16 de mayo de 1928, se ideó «a modo de grandiosa calle». Para llevar a cabo esta «soberbia idea» sería necesaria la inversión de 11.750.000 pesetas y «sólo permitiría la circulación de viajeros y mercancías sobre rodaje de gomas, nada de carros, ni tranvías ni tracciones de sangre».
Las principales características de esta autopista eran que tendría 27 kilómetros de largo y 12 metros de ancho, con paseos laterales de 10 metros cada uno. El proyecto preveía que contara con radios de curva superiores a los 300 metros, una pendiente máxima de 5%, lo que permitiría alcanzar velocidades superiores a los cien kilómetros por hora. Partiría de la zona posterior del Teatro Campoamor, en Oviedo, con una recta de 1.300 metros, mientras que su final en Gijón sería en el entorno de Cuatro Caminos, con una recta de dos kilómetros que facilitaría su entronque con el puerto de El Musel. Ese sería uno de los asuntos que, a la postre, daría al traste con el proyecto.
Interés del Rey
EL COMERCIO explicaba entonces que «estamos frente a un proyecto muy viable que incluso interesa a S. M. el Rey, pues entiende que esta autopista será el ensayo de las proyectadas de Madrid a Valencia y de Madrid a Irún». Además, se esperaba que las obras de construcción «conjugarían durante tres años la angustiosa crisis de trabajo actual».
La infraestructura, que discurría por un trazado muy parecido al actual de la 'Y', debería llevarse a cabo con la implicación del Estado, la Diputación y los ayuntamientos de Gijón. El primero de los obstáculos con que se encontró el promotor de la idea fue, precisamente, la financiación. Ya en 1929 se llegó a obtener el compromiso estatal de subvencionar la obra con casi siete millones de pesetas, pero conseguir el resto del dinero iba a ser otra historia. El conde de San Antolín de Sotillo exigía a los ayuntamientos de Gijón y Oviedo una subvención anual de 50.000 pesetas para un periodo que no superaría los 15 años, mientras que la aportación de la Diputación tendría que ser de 75.000 pesetas. Esas cantidades fueron renegociadas durante varios años y se llegó incluso a hablar de aportaciones municipales de sólo 30.000 pesetas durante 25 años, pero no se llegaba a acuerdos concretos. Además, el conde trató de implicar al Ayuntamiento de Llanera, la Cámara de Comercio y Propiedad e, incluso, a las agrupaciones obreras, pues serían beneficiadas por la alta contratación prevista para la obra.
Los tiempos eran convulsos y se veía la posibilidad de un enfrentamiento en el país. En este punto, el alcalde gijón Emilio Tuya García incluyó nuevas exigencias, prácticamente con la firme intención de paralizar el proyecto. No se trataba de otra cosa que rechazar el punto de término de esta autopista en la ciudad y quería que terminara en el entorno de El Humedad para que conectara con la avenida de Álvarez Garaya. Parece que la intención del regidor gijonés surtió efecto y del proyecto nunca más se supo. Al poco tiempo, llegó la guerra civil.
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