viernes, 4 de octubre de 2019

80 aniverrsario de la Revolución de Octubree de 1934

80 ANIVERSARIO DE LA REVOLUCIÓN DE OCTUBRE DE 1934. MIERES, DÍA A DÍA


Octubre 34 - 4
Con motivo de la conmemoración del 80 aniversario de la Revolución de Octubre de 1934, desde la dirección de la Casa de la Cultura de Mieres, a través de su cuenta en Facebook, se viene ofreciendo el día a día de los acontecimientos vividos en Mieres durante esa última revolución popular, recopilando testimonios y descripciones de los mismos recogidos en distintas publicaciones – en muchos casos de autor mierense -, con los que pueden revisarse los acontecimientos vividos en ese día a día en nuestro concejo:


Miércoles 3 ochobre / octubre

“Los rudos semblantes de los mineros aparecen preocupados, inquietos. Interrogándose unos a otros con la mirada. ¿Qué va a pasar?.. ¡La CEDA, no! La participación de la CEDA en el Gobierno sería una primera victoria oficial del fascismo. Aceptar esto, sin resistencia, sin lucha, sería tanto como prepararse la derrota, el aplastamiento, la tumba. Sería una complicidad”.
Manuel Grossi Mier. “La insurrección de Asturias”. Ediciones Júcar. Madrid, 1978.

“En la noche del 3 al 4 de octubre, el diputado socialista Teodomiro Menéndez viajó en tren de Madrid a Oviedo. En el forro de cuero de su sombrero llevaba escondido un pequeño papel que contenía la consigna del Comité Revolucionario Nacional para el de Asturias. Eran aproximadamente las diez y media de la noche cuando Teodomiro Menéndez llegó a las oficinas de “Avance”. Allí le esperaban Ramón González Peña, Graciano Antuña, Javier Bueno y Francisco Martínez Dutor. El papel contenía una escueta consigna: “Huelga general insurreccional”, y la clave con la que sería confirmada telegráficamente. Todo debía de estar preparado para ese momento”.
Javier Rodríguez Muñoz. “La revolución de octubre de 1934 en Asturias”. La Nueva España, Oviedo, 2010.

“¡A la acción! ¡No más palabras! Peña endereza su figura gigantesca, un poco inclinada de costumbre. A sus ojos asoma la lumbre de “los días grandes”… Su paso pierde el ritmo vacilante del paseo y se vuelve hacia sus compañeros:
-Ea… ¡Ya está aquí! Ahora… a no perder tiempo… La vida “la hay que perder”; pero con provecho. Todo está listo. Hay que constituir los Comités. A ver, tú… vosotros… ya sabéis”.
Matilde de la Torre. Periódicu “El Socialista”. 31 de enero de 1936.


Xueves 4 de ochobre / octubre

“En efecto, el día 4 de octubre de 1934, al hacerse pública la constitución del nuevo gobierno presidido por Lerroux, en el que participaba Acción Popular (tres ministros de ésta y dos Agrarios), los socialistas hicieron a la Alianza Obrera otra de sus comunicaciones. Pero no se trataba de la insurrección para la que tantas alertas hipócritas habían dirigido al proletariado, no de la insurrección a la que tan cabalística y exclusivamente dedicaban las A.O., no de la “batalla decisiva” en nombre de la cual dejaron vencer la huelga campesina y obstaculizaron todas las batallas tácticas, no se trataba de la revolución social, cuyo “compromiso solemne” de desencadenar había contraído el Partido Socialista “ante el proletariado español y mundial”; no, los socialistas comunicaban a la A.O. una orden de huelga general pacífica… para dar tiempo a que el presidente Zamora reflexionase y exigiese la dimisión del gobierno recién formado”.
Manuel F. Grandizo Munis. “Jalones de derrota: promesa de victoria”. Edit. Lucha Obrera. Méjico, 1948.

“A prima noche se recibe la noticia de haberse formado el nuevo Gobierno. ¿Será ese el instante elegido por los revolucionarios para lanzarse al movimiento? Toda la fuerza pública está en la calle, salvo los retenes indispensables que permanecen en sus cuarteles con los coches a la puerta. Los carros de Asalto y los camiones de la Guardia Civil recorren sin cesar la capital y los pueblos de las inmediaciones. Lo mismo se ordena que hagan los vehículos oficiales que se han enviado a la cuenca minera”.
Fernando Blanco Santamaría. “Notas informativas sobre su gestión en el Gobierno Civil de la provincia de Asturias”. Archivo de la Guardia Civil. Salamanca. Citado en “La revolución de octubre de 1934 en Asturias”, de Javier Rodríguez Muñoz.


Vienres 5 de ochobre / octubre

Octubre 34 - 11
“El día cinco, a las dos de la madrugada, en la pequeña localidad de Figaredo y de boca del hijo mayor de Manuel Llaneza, recibí la orden de salir a la calle, orden que transmití al resto de comprometidos para la acción y que, la víspera, habían pasado la noche en vela esperando la consigna que no llegó. A las seis, cada cual estaba en su puesto, requisadas ya las armas en posesión, hasta entonces, de elementos derechistas de la localidad, más las de los guardas jurados de las empresas mineras desarmados sin resistencia de su parte. Y, como había previsto nuestro grupo – nuestros grupos, pues cada nueve hombres componían uno el mando de un responsable – se fue en dirección del pueblo de Ujo, del otro lado del río Caudal, considerando que los compañeros de Valdecuna y de Mieres se encargarían del Cuartel de la Guardia Civil de Santullano. Despacio, ya que los guardias de Ujo se habían parapetado del otro lado del río y tiraban sobre nuestra columna, logramos pasar el puente, haciendo retroceder a la patrulla en dirección del cuartel. Cuando llegamos a las cercanías de éste, nos encontramos con los compañeros de la localidad, a los que nos unimos y, hacia las siete, el cerco era total. Desde un principio empezó el tiroteo entre sitiados y sitiadores, los primeros habiendo creído, al principio, que se trataba de una huelga de tantas como había conocido en el pasado la cuenca minera, según confesión de uno de los guardias al autor de este trabajo. Yo, en compañía de un gigantón de Cuna, me metí debajo de un vagón de mercancías estacionado cerca del cuartel, frente a la Estación del Norte, para intentar lanzar, desde allí, paquetes de dinamita. Juan, mi compañero, salió de debajo del vagón y, cuando, en pie, iba a lanzar un paquete de explosivos, recibió una bala en el vientre, se plegó en dos, cayó al suelo y la dinamita estalló cerca de él. Fue el primer y único muerto en esta operación.
Más tarde, vista la resistencia de los guardias, mandados por el teniente Torrens, arreció el ataque, ya desde la parte trasera – la Estación del Norte -, ya por la parte delantera donde el cuartel estaba separado de los revolucionarios por una plazoleta. De repente, un joven socialista de Ujo, Amador, se lanzó en dirección de la puerta del cuartel y yo le seguí, por reflejo, sin tener en cuenta que era una operación suicida, lo que probaba nuestra inexperiencia en el arte de la guerra. Así estuvimos ambos, ante la puerta cerrada, durante algún tiempo y sin correr, en principio sin ningún peligro gracias al ángulo muerto, a menos, lo que no creíamos, que un defensor dejara caer una granada a lo largo de la ventana. Inesperadamente, a las nueve en punto de la mañana, se abre la puerta del cuartel – una de las dos puertas -. Sale el primero, pistola en mano, tomada por el cañón, el teniente jefe del puesto. Amador se precipita y toma el arma. Seguidamente, van saliendo los guardias, desarmados, que son detenidos por los revolucionarios. Amador y yo, entramos los primeros en el cuartel rendido. En aquel momento, ya rendida la guarnición, aparece un grupo de revolucionarios en medio de los cuales está Don José Sela y Sela, banquero, ex-alcalde de Mieres, al que los de Santullano, donde él vivía y en cuyo domicilio fuera detenido, traían para presionar a la guarnición mandada por Torrens. Demasiado tarde. Amador y yo, encontramos dentro del cuartel bombas de mano, varias cajas de municiones, tres de ellas abiertas pero casi llenas, varios fusiles en el suelo. Poco después todo este material fue requisado y enviado a los frentes”.
Alberto Fernández. “Tiempo de historia”, nº 17. Abril 1976.

“Los guardias, con un sargento al frente se entregaron y se les hizo prisioneros. Sus armas reforzaron el menguado arsenal revolucionario. En el Ayuntamiento (de Mieres) perdieron la vida dos guardias y resultaron heridos siete. Dos días después apareció escondido otro guardia que en el momento de la rendición buscó refugio en la torre del reloj”.
Ignacio Lavilla. “Los hombres de octubre”. Xixón, 2004.

“Nos encaminamos hacia el cuartel de los guardias de Asalto (a las ocho y media de la mañana, una vez tomado el Ayuntamiento). Por mi parte querría, si ello fuera posible, evitar la efusión de sangre. Tenemos en nuestro poder al sargento de los guardias de Asalto. Quizá pueda él influir para que se rindan estos sin lucha. Se lo digo. Él se niega alegando que no sabe lo que les tiene que decir. Redactamos una cuartilla y se la entrego para que la lea ante sus compañeros. Él muestra su conformidad.
Llegamos ante el cuartel. El sargento da lectura al escrito que acabo de entregarle. Tras una corta deliberación, los guardias de Asalto deciden rendirse sin lucha. Nos mandan para comunicárnoslo a un emisario. Está éste cumpliendo su cometido cuando un desgraciado apodado “Fantomas” le da un culatazo en la cabeza. Los otros guardias, que presencian la escena desde el cuartel, rompen inmediatamente el fuego contra nosotros, hiriendo a varios camaradas. Algunos mortalmente.
Nos encontramos a unos metros de la puerta del cuartel. Comprendemos que un retroceso en estas condiciones sería darles a los guardias la sensación de la derrota. Decidimos avanzar a toda costa. Nuestra decisión en el ataque se ve coronada por el éxito; diez minutos después logramos apoderarnos del cuartel. Han caído muertos todos los guardias que se encontraban en el interior del edificio. Sin el gesto imbécil de “Fantomas” se hubiera evitado este estúpido derramamiento de sangre”.
Manuel Grossi Mier. “La insurrección de Asturias”. Ediciones Júcar. Madrid, 1978.

“Entre la multitud, la mujer de un guardia civil daba voces, preguntando por su marido. La llevaron adonde se hallaba herido, para consolarla. El pueblo es generoso con sus enemigos cuando estos se encuentran abatidos: el dolor y la miseria hace a los hombres compasivos con los que sufren. Así fue el pueblo de Mieres y así son todos los pueblos de la tierra”.
Fernando Solano Palacio. “La Revolución de Octubre. Quince días de Comunismo Libertario”. Fundación Anselmo Lorenzo. 1994.


Sábadu 6 de ochobre / octubre

“Comité Revolucionario de Mieres y su Concejo.
Hacemos saber:
Octubre 34 - 12
1º Que el Comité Revolucionario, como intérprete de la voluntad popular, y velando por los intereses de la revolución, se dispone a tomar con la energía necesaria todas las medidas conducentes a encauzar el curso del movimiento. A tal efecto, disponemos:
2º Ordenamos que todos los que se encuentren en condiciones de marchar al frente pasen a alistarse en las oficinas de reclutamiento que a tal efecto tenemos instaladas en los locales Salón Novedades y Grupo Escolar, que servirán de cuartel general que operará en este sector.
3º Cese radical de todo acto de pillaje, previniendo que todo individuo que sea cogido en un acto de esta naturaleza será pasado por las armas.
4º Todo individuo que tenga armas en su poder debe presentarse ante el Comité Revolucionario a identificar su personalidad. A quien se coja con armas en su domicilio o en la calle, sin la correspondiente declaración, será juzgado severísimamente”.
Bando del Comité Revolucionario de Mieres del 6 octubre 1934.

En Mieres daba la sensación de que nada ocurría, dada la normalidad existente. En los establecimientos se había prohibido expender bebidas alcohólicas y los distintos departamento funcionaban con regularidad. Quién más, quién menos, los ciudadanos de diferentes posiciones llegaban al Ayuntamiento a ofrecerse, si para algo podían ser últimes”.
Fernando Solano Palacio. “La Revolución de octubre. Quince días de comunismo libertario”. Fundación Anselmo Lorenzo. 1994.

“Rebeldes de Asturias, rendíos. Es la única manera de salvar vuestras vidas: la rendición sin condiciones, la entrega de las armas antes de 24 horas. España entera, con todas sus fuerzas, va contra vosotros, dispuesta a aplastaros sin piedad, como justo castigo a vuestra criminal locura. La Generalidad de Cataluña se rindió a las tropas españolas en la madrugada del domingo. Companys y sus hombres esperan en la cárcel el fallo de la Justicia. No queda una huelga en toda España. Estáis solos y vais a ser las víctimas de la revolución vencida y fracasada. El daño que os han hecho los bombardeos y las armas de las tropas no son más que un triste aviso del que recibiréis implacablemente si antes de ponerse el sol no habéis depuesto la rebeldía y entregado las armas. Después iremos contra vosotros hasta destruiros sin tregua ni perdón. ¡Rendíos al gobierno de España! ¡Viva la República!”
Panfleto lanzado por la aviación sobre Mieres.


Domingu 7 de ochobre / octubre

“Al pueblo en general:
La Revolución Social ha triunfado en La Felguera; nuestro deber es organizar la distribución y el consumo en la debida forma.
Rogamos al pueblo sensatez y cordura. Hay un Comité de distribución al cual se debe dirigir todo aquel encargado de cubrir las necesidades de su hogar; este Comité residirá en el Centro Obrero “La Justicia”, y a él se debe dirigir todo aquel que tenga que exponer alguna queja o surtirse del “vale” correspondiente, quedando por lo tanto abolido el dinero al quedar lo mismo la propiedad privada.
A las tres de la tarde se reunirá todo el pueblo en el parque, donde será orientado debidamente.
Sin más por el momento, quedamos vuestros y de la Revolución triunfante,
El Comité Revolucionario.
La Felguera, 6 de octubre de 1934.”
Panfleto del Comité Revolucionario de La Felguera, repartido por Les Cuenques el domingo 7 de octubre. Aurelio de Llano Roza de Ampudia. “La Revolución en Asturias, 1934. Pequeños anales de quince días”. IDEA, Xixón, 1977.

“La unidad ha operado magistralmente en esta primera etapa. Los comunistas se han sumado decididamente al movimiento dando muestras de un extraordinario valor dondequiera que han combatido; y la CNT no ha dudado en salir a la calle, en Mieres, en Ciaño o en Aller, y donde ha dudado (La Felguera), una vez decidido el combate, se ha incorporado a las escuadras de las Juventudes Socialistas de toda Sama que marchan hacia Oviedo. Ni roces ni tensiones entre las fuerzas del movimiento obrero asturiano que han encontrado en estos dos días de combates el más alto nivel unitario de toda su historia.
Un último factor: las dos primeras jornadas de la Revolución han señalado a los futuros cuadros militares: Otero en Sama, que ha destacado particularmente por su valor y su capacidad como organizador; Arturo Vázquez, Llaneza, en Mieres junto con el cenetista Solano y el comunista de izquierda Grossi; Agustín González en Llanera; Belarmino García y Lucio Deago en Olloniego y en Manzaneda; Roces, Angelín Rodríguez, Alonso, Mata. Surgirán nuevos cuadros militares socialistas, anarcosindicalistas y comunistas en los futuros combates de Oviedo y Gijón, pero la primera hornada de dirigentes de la Revolución ya tiene el fusil en la mano.”
Paco Ignacio Taibo II. “Historia General de Asturias, tomo VII: Octubre 1934 (El ascenso)”. Editor Silverio Cañada. Xixón, 1978.


Llunes 8 de ochobre / octubre

Octubre 34 - Mieres del Camín
“El cielo está nublado con ese color plomo tan común en el paisaje de Asturias.
Armando y yo decidimos ir nada menos que a Trubia. Son las nueve de la mañana y él tiene en Trubia una novia. Aprovechamos, para el viaje, la compañía de un tal Benito que se encamina a Huergo y es portador de un pase revolucionario del Comité de Noreña. Antes de partir nos enteramos de que vienen de la cuenca minera de Sama grupos de revolucionarios en camionetas para proveerse de víveres. Por esta vez, no molestaron a las industrias menores. Sabían adónde iban. Asaltaron la fábrica de don Justo, el cacique”.
Alfonso Camín. “El valle negro”. México, 1938.

“Si los planes del Comité provincial hubieran podido desarrollarse sin grandes quiebras y los obreros sindicalistas y socialistas de Gijón no hubiesen tenido que salir a poner en riesgo sus vidas con mezquinos medios de ataque, ya veríamos cuan distintos iban a ser los resultados; pero en Gijón se emprendió la lucha con treinta y tantas horas de retraso, a sabiendas de que Oviedo no había sido tomado aún y presintiendo que el movimiento no iba muy bien en el resto del país. No se olvide que la radio seguía dando, desde Madrid y Barcelona, noticias desfavorables para la marcha del movimiento, lo que indicaba a las claras que el Gobierno no había perdido este medio de comunicación y propaganda. Aunque fuera falso lo que la radio decía, mal síntoma era que pudiera seguir diciéndolo casi a los dos días de estallar la revolución”.
Ignacio Lavilla. “Los hombres de octubre”. Xixón, 2004.


Martes 9 de ochobre / octubre

“Hacemos saber:
Que el Comité Revolucionario, como intérprete de la voluntad popular, y velando por los intereses de la Revolución, se dispone a tomar, con la energía necesaria, todas las medidas conducentes a encauzar el curso del movimiento. A tal efecto, disponemos:
1º El cese radical de todo acto de pillaje, previniendo que todo individuo que sea cogido en un acto de esta naturaleza será pasado por las armas.
2º Todo individuo que posee armas en su poder debe presentarse inmediatamente ante el Comité a identificar su personalidad. A quien se coja con armas en su domicilio o en la calle, sin la correspondiente declaración, será juzgado severamente.
3º Todo el que tenga en su domicilio artículos productos del pillaje o cantidades de los mismos que sean productos de ocultaciones, se les conmina a hacer entrega de los mismos inmediatamente. El que así no lo haga, se atendrá a las consecuencias naturales como enemigos de la Revolución.
4º Todos los víveres existentes, así como artículos de vestir, quedan confiscados.
5º Se ruega la presentación inmediata ante este Comité de todos los miembros pertenecientes a los Comités directivos de las organizaciones obreras de la localidad, para normalizar la distribución y consumo de víveres y artículos de vestir.
6º Los miembros de los partidos y Juventudes obreras de la localidad deben presentarse inmediatamente con su correspondiente carnet para constituir la guardia roja que ha de velar por el orden y la buena marcha de la Revolución.
En Oviedo, a 9 de octubre de 1934.
El Comité Revolucionario”
Bando del Comité Revolucionario de Alianza de Obreros y Campesinos de Asturias.

“Obreros y Campesinos, pueblo de Grado:
El proletariado de toda España, con un valor y una heroicidad desconocidos, se baten con las fuerzas que aún defienden, aunque en los estertores de la agonía, el régimen de explotación.
El triunfo de nuestra causa es cuestión de horas.
Asturias particularmente, los obreros que han triunfado, se constituyeron en poder en Langreo, San Martín del Rey Aurelio, Laviana, Pola de Lena y Aller. Gijón y Oviedo estarán completamente en nuestro poder dentro de unas horas.
Vizcaya, Cataluña, Aragón, Levante, Valladolid y otras muchas provincias, están en idénticas circunstancias que Asturias.
En Madrid tenemos a raya a las fuerzas reaccionarias. Sólo falta para el triunfo total que vayamos creando los Cuerpos del ejército proletario disciplinadamente, obedeciendo ciegamente los mandos de los jefes superiores del Ejército Rojo.
Particularmente al pueblo de Grado, se advierte que quien tenga armas, las tendrá inexorablemente que entregar en el plazo del día de la fecha. Quien no lo haga, será considerado como enemigo del nuevo régimen, y como tal, se atenderá a sus consecuencias.
Igualmente se participa a los comerciantes que serán responsables de los víveres que tengan en su poder, los que tendrán que entregar al Comité Revolucionario sin ocultación de ninguna clase.
Se advierte igualmente que el Comité Revolucionario procederá con todo rigor contra los individuos que sin control del mismo intente saquear o apoderarse en su provecho de mercancías o cosas, las que son declaradas de utilidad pública.
¡Viva el Gobierno Obrero y Campesino!
Grado, 9 de octubre de 1934.
El Comité”
Bando del Comité Revolucionario de Grado. Aurelio de Llano Roza de Ampudia. “La Revolución en Asturias, 1934. Pequeños anales de quince días”. IDEA, Xixón, 1977.


Miércoles 10 de ochobre / octubre

Octubre 34 - 10
“Una alegría de cielo invadió los semblantes, una vez que terminamos las confesiones. Ya no temían la muerte. Todos estaban resignados a la voluntad de Dios y estaban seguros de que Él tendría misericordia de sus almas, si llegaban a cumplirse sus temores.
Mientras todos dormían, el párroco conversaba con el director de la escuela, José Sanz Tejedor, cuando llegó un grupo de fusileros acaudillado por Silverio Castañón y Fermín García El Casín. El primero había logrado que el comité dictara sentencia de muerte, venciendo la resistencia de algunos como Leoncio Villanueva, jefe local de la Masonería. Rechazó las peticiones de clemencia y se apresuró en la ejecución, teniendo que reclutar el piquete ejecutor en Mieres y Santullano, pues no encontró secuaces en Turón.
Salieron de dos en dos. Los carabineros iban al frente. El último lugar lo ocupó el padre Inocencio. Ocho o diez minutos tardaron en llegar al cementerio. Siguieron la senda que sube por la ladera de la montaña. Ante el cementerio tuvieron que esperar un rato. El enterrador no había acudido todavía. Se dio orden de avanzar hasta el centro del cementerio. Allí estaba preparada una zanja de unos nueve metros. Se les colocó ante ella. A unos 300 metros, se alzaba el edificio del Colegio Virgen de Covadonga, iluminado a aquellas horas de la noche.
Castañón dio la orden de fuego. Tras dos descargas, algunos que habían quedado con señales de vida, recibieron un disparo de pistola”.
Relato del párroco José Fernández y el coadjutor José Manuel Álvarez.

“Su peculiar manera de mantener el orden público (el Comité revolucionario de Turón) en la nueva situación les llevaría lisa y llanamente a imponer una especie de terror rojo, deteniendo de inmediato a 26 personas de las que asesinaron a 12. Tan macabra actuación la realizaron en dos fases: la primera en la noche del 8 al 9 de octubre cuando, tras un simulacro de consejo de guerra asesinaron a ocho frailes del colegio de La Salle, a un padre pasionista que pasaba por allí al que detuvieron cuando iba a oficiar misa al citado colegio y a dos jefes de carabineros, un coronel y un comandante”.
David Ruiz. “Octubre de 1934. Revolución en la República española”. Síntesis, 2008.

“Ahora que conozco las atrocidades cometidas con nuestros compañeros, me falta la serenidad precisa para enjuiciar aquel hecho de Turón, desligado por completo de la norma que la revolución llevaba trazada”.
Ignacio Lavilla. “Los hombres de octubre”. Xixón, 2004.


Xueves 11 de ochobre / octubre

“Comité Revolucionario de Alianza Obrera y Campesina de Asturias.
A todos los trabajadores:
Compañeros: Ante la marcha victoriosa de nuestra revolución, ya gloriosa, los enemigos de los intereses de nuestra clase utilizan todas sus malas artes en intentar desmoralizar a los trabajadores asturianos que en magnífico esfuerzo se han colocado a la cabeza de la Revolución proletaria española.
Mientras en el resto de las provincias se dan noticias de que en Asturias está sofocado el movimiento, el Gobierno contrarrevolucionario dice en sus proclamas a los trabajadores de nuestra región que en el resto de España no ocurre nada y nos invita a entregarnos a nuestros verdugos.
Hoy podemos decir que la base aérea de León ha caído en poder de los obreros revolucionarios leoneses y que éstos se disponen a enviarnos fuerzas en nuestra ayuda. Contra la voluntad indomable del proletariado asturiano, nada podrán las fuerzas del fascismo.
Estamos dispuestos, antes de ser vencidos, a vender cara nuestra existencia. Tras nosotros, el enemigo sólo encontrará un montón de ruinas.
Por cada uno de los nuestros que caiga por la metralla de los aviones, haremos justicia con los centenares de rehenes que tenemos prisioneros.
Sépanlo nuestros enemigos. ¡Camaradas: un último esfuerzo por el triunfo de la revolución! ¡Viva la revolución obrera y campesina!
11-10-1934.
El Comité.”
Aurelio de Llano Roza de Ampudia. “La Revolución en Asturias, 1934. Pequeños anales de quince días”. IDEA, Xixón, 1977.


Vienres 12 de ochobre / octubre

“La aviación no podía olvidar a Mieres, centro de la insurrección. A las nueve de la mañana ha volado sobre la población, inspeccionando las calles más céntricas, sobre las cuales ha empezado enseguida el bombardeo. La mayoría de las víctimas son mujeres y niños. En la calle Ramón y Cajal, a unos metros del Ateneo Popular, una bomba ha hecho nueve muertos y catorce heridos. Al final de esta misma calle, otra bomba ha herido ocho personas y ha producido grandes destrozos. Lo mismo sucede en otros puntos de la población”.
Manuel Grossi Mier. “La insurrección de Asturias”. Ediciones Júcar. Madrid, 1978.

Octubre 34 - 16
“Compañeros: Estamos creando una nueva sociedad. Y como en el mundo biológico, el alumbramiento se verifica con desgarramientos físicos y dolores morales. Son leyes naturales a las que nadie ni nada escapa. El hombre más preclaro que produjo la Humanidad, nació de madre moribunda, rendida a los dolores del vientre desgarrado. Es fatal que así sea. La muerte produce la vida. La agonía de un moribundo, su último aliento, va a fortalecer los pulmones de un recién nacido. Va a darle vida.
No os extrañe, pues, trabajadores, que el mundo que estamos forjando cueste sangre, dolores, lágrimas; todo es fecundo en la Tierra.
Ahora bien: Esta obra de gigantes necesita del concurso de todos. Los jóvenes varones se baten en las calles con un entusiasmo y valor digno de la causa que se defiende. Son los verdaderos héroes de esta jornada que van a libertar de la esclavitud a la clase trabajadora. Y, como todos somos necesarios, a los que no luchan con el fusil se les pide su cooperación personal para cuantas operaciones secundarias sean necesarias. El abastecimiento del vecindario es complicado. Lo hace más difícil la falta de transportes ferroviarios que habría, según lo convenido, de proporcionarnos lo que nos hiciera falta. Será cuestión de días normalizar la vida de trabajo, a la que nos corre prisa llegar.
Sí, sí; nos corre prisa dejar las armas, queremos pronto licenciar la juventud para que se dedique a crear y no a destruir, porque es un verdadero sarcasmo que quien nace para dar vida empuñe instrumentos de muerte. Será cuestión de horas, las necesarias para que se convenzan los antiguos privilegiados de que sus privilegios han terminado para siempre, como terminó en su época, el derecho de pernada de los señores feudales.
Atendiendo a las dificultades que hemos de encontrar en el abastecimiento de víveres, las familias han de cooperar, en lo que puedan, los días que duren las estrecheces económicas. Cada hogar se surtirá de lo sumamente indispensable, sacrificando el estómago. Si alguna familia puede pasar unas horas sin un artículo, no debe pedirlo. Los labradores deben consumir en estas horas difíciles, los pocos productos de que dispongan, en la seguridad de que muy pronto pondremos a su disposición útiles de trabajo, semillas y abono.
Las clases que se resistan a ingresar en las filas de los trabajadores, porque tienen dinero o crédito, desde hoy no podrán surtirse en la forma que lo venían haciendo. Los comestibles que en el día de hoy, y en adelante, se expendan, son de nuestros almacenes. Los expendedores, en cuya honradez fiamos, que sean infieles, ya sabremos cómo hemos de tratarlos, advirtiéndoles que no son estos los momentos más propicios para contemplaciones.
El pueblo en general ha de sentir la inmensa satisfacción de ver su ideal realizado. Pocas horas no más, y habrá más pan en todos los hogares y más alegría en los corazones.
Seamos todos dignos de los momentos en que vivimos, levantando la frente tantos siglos humillada.
Soldados del ideal: en disposición y en alto vuestro fusil; aún hay enemigos. Todavía miles de hermanos de clase se baten en algunos pueblos. Nuestro triunfo no puede hacernos olvidar que vuestra voluntad y esfuerzo serán necesarios a otros trabajadores que luchan con más dificultades.
Mujeres: por vuestros hijos que van a forjar en adelante un mundo mejor, ayudad en esta empresa. Consumid poco, lo estrictamente indispensable; sed vosotras también dignas de la hora actual.
¡Trabajadores! ¡¡Viva la Revolución Social!!
Grado, Octubre de 1934
El Comité Revolucionario”
Bando del Comité Revolucionario de Grado. A los trabajadores y campesinos del concejo de Grado. Aurelio de Llano Roza de Ampudia. “La Revolución en Asturias, 1934. Pequeños anales de quince días”. IDEA, Xixón, 1977.


Sábadu 13 de ochobre / octubre

“Aida, qu’así se llamaba
Aida, qu’así se llamó
Aida, que morrió gritando
viva la revolución.
Diciséis años tenía
la hermosa zaragozana
y como neña que yera
enredaba pela plaza.
Esta cría diba a escuela
yera la más aplicada
y en llegando’l mes d’ochobre
la más revolucionaria.
Nel fregón de la batalla
méten-y un tiru na pierna
los que la vieron cayer
cuidaron que taba muerta.
Nun taba muerta, nun taba
que vivió dende entós siempre
nes corazón d’esti pueblu
y nel ama d’esta xente.
Cuando vendrá otra batida
para ver a otra valiente
que ponga’l so pechu al frente
como Aida de la Fuente”
Versión recoyida en Mieres del Camín del “Romance d’Aida de la Fuente”, muerta’l 13 d’ochobre de 1934, en San Pedro de los Arcos (Uviéu).


Domingu 14 de ochobre / octubre

“La aviación gubernamental bombardeaba Mieres. Una máquina, que hacía maniobras en Mieres, decidió ocultarse en el túnel más próximo, que era el de la estación de Ablaña. Un avión se percató de las intenciones de la locomotora y enfiló hacia ella. El maquinista, presa del pánico al ver el avión encima, desarrolló demasiada velocidad y no logró detenerse en el primer túnel. El segundo túnel se hallaba a unos cuatrocientos metros más abajo, precisamente frente a la casa de mi abuelo. En ese tramo el maquinista aminoró la marcha y se detuvo justo en medio del túnel. Aún chirriaban los frenos cuando allí mismo, tan sólo a unos centímetros de la boca, colocó el avión su bomba. Fue un dechado de puntería. La bomba debía de ser muy pequeña, pues únicamente melló el rail. La metralla hizo algunos boquetes en la chapa que recubría la caldera y rompió los cristales de los faroles y de las ventanillas. El maquinista y el fogonero, recobrados del susto, salieron del túnel más pálidos que la cera. Fue la única bomba que la aviación tiró en Ablaña”.
José Fernández. “Cuando el mundo era Ablaña”. Ed. El Museo Universal. Madrid, 1991.

Octubre 34 - Aida de la Fuente
“El día 13 de octubre moría una joven comunista de 16 años. Su muerte, una más entre las muertes de los hombres y las mujeres que salieron a “tomar el cielo por asalto”, sería el origen de una de las leyendas rojas más extendidas de la Revolución.
No quiere el autor desdeñar o ignorar la figura de esa muchacha delgada, cuya sonrisa irradió millares de noviazgos platónicos desde la fotografía colgada sobre la cama del joven comunista o socialista a lo largo de toda la geografía española.
Quiere colocarla en su justo lugar, no como un icono rojo construido para la propaganda, sino en medio de una legión de combatientes enfebrecidos, iluminados de revolución.
Una más, simplemente.
Hija de Gustavo de la Fuente, pintor de carteles y decorados para el Teatro Campoamor, y de Jesusa Penaos. Formada políticamente en una familia de comunistas (su padre había sido fundador del Partido Comunista en Oviedo, y sus hermanos militaban en las Juventudes), Aida era una figura conocida en el movimiento juvenil de Oviedo en 1934. Sus compañeros la recuerdan como una excelente pegadora de carteles.
El testimonio de Alejandro Valdés la sitúa los días 7 y 8 colaborando en el hospital como enfermera. Otros autores hablan de su labor en la organización de las cocinas colectivas que se montaron en la periferia de Oviedo para abastecer a los combatientes, a los que se llevaba comida y café a la primera línea.
Durante la ofensiva del ejército el día 13 de octubre, Aida actúa como enlace entre el Comité Revolucionario de Oviedo y los grupos que se sostienen en el oeste de la ciudad.
Habla Juan Ambou, que se retira junto con un grupo de milicianos hacia el Depósito de Máquinas ante la ofensiva de los legionarios:

“La escena fue en el Puente de La Argañosa por debajo del cual corre el tren hacia el Depósito y hacia Trubia… “Aida”, gritó. “Juan”, contesta ella. Venía con Ramón García Roza, veterano comunista que había sido secretario general del Regional.
– Traemos estas octavillas del Comité Revolucionario (del Segundo Comité se entiende) para vosotros.
Ramón García Roza nos dijo:
– Vuelvo a ver qué dice el Comité.
– Infórmales de que la Estación del Norte va a caer. Que esperamos en el Depósito.
A Aida le digo: Tú no vayas a San Pedro (a entregar las octavillas) porque hemos visto las fuerzas del Tercio. No son fantasmas.
Iba desarmada.
Después de frases animosas y de fuertes abrazos nos despedimos…
Ya no la volvimos a ver. Enviamos enlaces. Respuesta: En San Pedro está el enemigo… Habíamos estado con Aida al mediodía. Eran las cuatro de la tarde.”

El cadáver de Aida de la Fuente fue encontrado en la fosa colectiva que se cavó junto a una tapia de la iglesia de San Pedro de Los Arcos.
La versión difundida más ampliamente entonces, y qué recogieron, novelándola, la mayoría de los cronistas, surge del testimonia transmitido a la revista “Estampa” por el legionario Torrecilla, que sitúa a Aida de la Fuente en la iglesia de San Pedro de Los Arcos disparando con una ametralladora contra los legionarios que avanzan hasta la posición.
Habla Torrecilla:

“Nos mató con intervalo de unos segundos, a dos sargentos. Debía de tirar muy bien… Cuando recibimos la orden de entrar al cuerpo a cuerpo, no quedaban ya en la puerta más que otros dos revolucionarios y ella. Poco después cayeron los otros dos. En este momento, cuando yo, seguido de dos legionarios había avanzado hasta casi tocarla y le gritaba: “¡Ríndete!”, ella me dio un golpe muy fuerte con una barra que llevaba en la mano derecha y me derribó. Mis compañeros tropezaron conmigo y cayeron también. Entonces, aunque estaba medio aturdido por el golpe, vi que ella se había sacado una pistola del pecho. Iba a disparar… Pero yo fui más rápido en disparar la mía, y cayó… Iba toda vestida de rojo, y era guapa. Después lo he sentido…”
Esta versión fue repetida por historiadores de izquierda en un tono más o menos enriquecido por los detalles.
Pero el descubrimiento de lo que había pasado con los últimos defensores de San Pedro de Los Arcos sería la información que culminaría la investigación que le costó la vida a Luis de Sirval.
En su cuaderno de notas, escritas a lápiz, se podían leer las cuatro siguientes líneas para un artículo que nunca fue escrito:

“Daída Peña (probablemente por el segundo apellido de Aida: Penaos), 16 años, la fusiló el Teniente Dimitri Ivan Ivanov.
Iglesia de San Pedro.
Fusilaron 7 en seguida.”

Esta nota escueta, que motivó la muerte de Sirval a manos de Ivanov, enterado de que un legionario le había proporcionado este informe, corresponde con la versión obtenida por Alfonso Camín en los barrios del Naranco, y con la versión que ofrece Juan Ambou. Ambas parecen estar confirmadas por los trece impactos que Matilde de la Torre vio en el vestido de Aida que le fue mostrado por unos vecinos que lo habían recogido.
Trece tiros, no uno de pistola como sugiere el Sargento Torrecilla. Un fusilamiento, y no una muerte en combate, siguiendo lo que parece ser práctica habitual de legionarios y regulares ante los revolucionarios detenidos los días 12 y 13 en los barrios de Oviedo.
Y junto de Aida, siete compañeros más.
Juan Ambou cuenta:

“Los supimos después. Aida y doce más resistieron con las armas para proteger la retirada del grueso de las fuerzas revolucionarias… Murieron dos. Otros fueron heridos. Todos los que quedaron con vida fueron puestos contra el paredón de la iglesia, más bien del cementerio… Entre ellos Aida… Fueron ejecutados y enterrados en una fosa común… Desnudaron el cadáver de nuestra heroína. Buscaban, al decir del asesino Dimitri Ivan Ivanov, oficial del Tercio, documentos… Nada hallaron… Las prendas agujereadas por las balas y tintas de sangre fueron rescatadas por unos vecinos, las lavaron y las entregaron a la madre de Aida.”
Paco Ignacio Taibo II. “Historia General de Asturias, tomo VIII: Octubre 1934 (La caída)”. Editor Silverio Cañada. Xixón, 1978.


Llunes 15 de ochobre / octubre

Octubre 34 - Prisioneros
“Los trabajadores del frente de Campomanes han paralizado casi totalmente el fuego. Sin un solo cartucho, sin un obús, los fusiles, las ametralladoras y los cañones que tienen en su poder son completamente inservibles. De los dos lanzabombas que les quedan, uno, el más potente, ha quedado inutilizado. Permanecen, pues, en sus puestos, puede decirse que en calidad de espectadores y vigilando los movimientos del enemigo. Éste no se atreve a avanzar.
Sin embargo el frente de Campomanes es abandonado por la mayoría de trabajadores, los cuales acampan en Vega del Ciego, en espera de que les lleguen municiones de alguna parte. En la línea de fuego sólo permanecen los jefes de grupo y un reducido número de hombres”.
Manuel Grossi Mier. “La insurrección de Asturias”. Ediciones Júcar. Madrid, 1978.

“Regreso a Oviedo aterrorizado por el aspecto que presenta la ciudad. No creo que la lucha civil entre ciudadanos de un mismo pueblo haya llegado nunca al extremo a que llegó aquí. Son los mismos espectáculos de la guerra europea. En el terreno de la lucha política hay que remontarse a las escenas de la Commune de París para encontrar algo parecido. Y aún más: hay que condimentar estas escenas con la ferocidad de las de la guerra civil que vivieron nuestros antepasados”.
Josep Pla. “La Segunda República española. Un crónica, 1931-1936”. Destino, 2006.


Martes 16 de ochobre / octubre

“Al oscurecer ocurrió un episodio extraordinario: el cabo furriel Manuel Sánchez López, de la 24 compañía, salió carretera adelante a buscar el batallón África y se despistó. En vez de caminar hacia Oviedo, caminó hacia allá y entró en Trubia. Los revolucionarios habían huido. Habló con el coronel y oficiales de la fábrica, que estaban prisioneros de los rojos. Les dijo que las tropas estaban a las puertas del pueblo. Y se volvió contando lo que había visto”.
Aurelio de Llano Roza de Ampudia. “La Revolución en Asturias, 1934. Pequeños anales de quince días”. IDEA, Xixón, 1977.

“¡Proletarios todos, obreros y campesinos!
Nuestra Revolución sigue su marcha ascendente. De esta realidad que nadie os aparte.
De nuestra potencia es un exponente la debilidad de las fuerzas enemigas acusada en los procedimientos asesinos que emplean en la lucha, penetrando en las casas de Oviedo en los hogares pobres y degollando con la gumia de uso en las cabilas del Rif, seres inocentes, niños en presencia de sus madres, provocando la locura de estas mártires por muchos conceptos, para luego rematarlas con fruición demoníaca.
¡Obreros: En pie de guerra! ¡Se juega la última carta!
Nosotros organizamos sobre la marcha el ejército rojo. El servicio obligatorio con la incorporación a filas de todos los hombres desde los diecisiete a los cuarenta años. Todos a sumarse a la Revolución. Aquel que no sea apto para el frente, tendrá su destino en los Comités organizadores o en servicios complementarios.
Lo repetimos: En pie de guerra. ¡Hermanos! el mundo nos observa. España, la España productora, confía su redención a nuestros triunfos. ¡Qué Asturias sea un baluarte inexpugnable!
Y si su Bastilla fuera tan asediada, sepamos antes que entregarla al enemigo, confundir a éste entre escombros, no dejando piedra sobre piedra.
Rusia, la patria del proletariado, nos ayudará a construir sobre las cenizas de lo podrido el sólido edificio marxista que nos cobije para siempre.
Adelante la Revolución. ¡Viva la dictadura del proletariado!
Dado hoy, 16 de octubre de 1934.”
Bando del Comité Provincial Revolucionario de Asturias.


Miércoles 17 de ochobre / octubre

“Una mañana, por delante de casa de mi abuelo, pasó don Luciano rodeado de cuatro hombres armados. Ninguno era de Ablaña, aunque sí de pueblos vecinos. Marchaban camino del cementerio de Loredo, en donde le iban a matar, anunciaban vociferando los que le escoltaban. Probablemente vociferaban para darse ánimos. También le llamaban “Rasputín”. Don Luciano reconoció la casa de mi abuelo y al vernos en el corredor pidió agua. Ya se consideraba muerto y quería agarrarse a este mundo. Mi madre cogió una jarra y bajó a dársela. Ellos marchaban concentrados en lo que iban a hacer y la interrupción les molestó. Uno, que era de Manigua, le dijo con aspereza:
-Apártate, Josefina, que éste ya no necesita más agua.
Siguieron pueblo abajo, dando voces. Aún les quedaba una caminata larga, que formaba parte de la venganza. Aunque quizá don Luciano le parecía demasiado corta: para él el tiempo ya corría de otra manera.
El cuerpo de don Luciano apareció en el cementerio de Loredo con cuatro tiros de cuatro armas distintas. Mi padre estaba en el frente de Oviedo y cuando volvió pensé que de haber estado en casa habría hecho algo por salvarle. Habría dicho a aquellos hombres que la lucha de Asturias era para dejar de ser víctimas, no para convertirse en verdugos. Pero, mi padre, ya digo, y todos los hombres de Ablaña se habían ido a Oviedo”.
José Fernández. “Cuando el mundo era Ablaña”. Ed. El Museo Universal. Madrid, 1991.

“Por el momento no tenemos quejas de médicos, farmacéuticos, practicantes, y otras profesiones que parecían alejadas de nuestras inquietudes espirituales. En cambio, panaderos y comerciantes de ciertos artículos de abastos parece como si quisieran poner un grano de arena en el carril que recorre la locomotora de la revolución.
Somos enemigos del extremismo innecesario, pero sepan ellos y cuantos tratasen de imitar su conducta, que obraremos rápido y eficazmente. Al pueblo hay que servirlo cumplidamente y con la dignidad que merece el que pueda ostentar como nadie el título de creador de toda la riqueza.
La Felguera, 17-10-1934.
El Comité Revolucionario”.
Aurelio de Llano Roza de Ampudia. “La Revolución en Asturias, 1934. Pequeños anales de quince días”. IDEA, Xixón, 1977.


Xueves 18 de ochobre / octubre

“A todos los trabajadores:
Octubre 34 - 24
El día cinco del mes en curso comenzó la insurrección gloriosa del proletariado contra la burguesía, y después de probada la capacidad revolucionaria de las masas obreras para los objetivos de gobiernos, ofreciendo alternativas de ataque y defensa ponderadas, estimamos necesaria una tregua en la lucha, deponiendo las armas en evitación de males mayores. Por ello, reunidos todos los comités revolucionarios con el provincial, se acordó la vuelta a la normalidad, encareciéndoos a todos os reintegréis, de forma ordenada, consciente y serena, al trabajo. Esta retirada nuestra, camaradas, la consideramos honrosa por inevitable. La diferencia de medios de lucha, cuando nosotros hemos rendido tributo de ideales y de hombría en el teatro de la guerra, y el enemigo cuenta con elementos modernos de combate, nos llevó por ética revolucionaria a adoptar esta actitud extrema. Es un alto en el camino, un paréntesis, un descanso reparador después de tanto surmenaje. Nosotros, camaradas, os recordamos esta frase histórica: “Al proletariado se le puede derrotar, pero jamás vencer.”
¡Todos al trabajo y a continuar luchando por el triunfo!
Comité Provincial Revolucionario de Asturias 18 de Octubre de 1934″.
Bando del Comité Revolucionario de Asturias.

“Camaradas, soldados rojos: aquí ante vosotros, sin ningún temor, seguros de que hemos sabido cumplir el mandato que nos habéis confiado, venimos a daros cuenta de la triste situación en que ha caído nuestro glorioso movimiento insurreccional. Vamos a daros cuenta de las conversaciones sostenidas por nosotros con el general del ejército enemigo, así como de las bases propuestas por éste y que debemos aceptar si queremos la paz.
Tened en cuenta, queridos camaradas, que nuestra situación no es otra que la de un ejército vencido. Vencido momentáneamente. Todos, absolutamente todos, hemos sabido responder como corresponde a trabajadores revolucionarios. Socialistas, comunistas, anarquistas y obreros sin partido, empuñamos las armas para luchar contra el capitalismo el 5 de octubre, fecha memorable para el proletariado de Asturias.
Sólo nuestra región resiste y lucha contra el ejército y el Gobierno de la burguesía. El resto de la península no da señales de vida en lo que a la insurrección se refiere, si bien en algunas provincias ha sido declarada la huelga general, pero sin pasar a más.
Camaradas: Si creéis que somos unos traidores, como algunos manifiestan, pegadnos un tiro, o haced con nosotros lo que mejor os parezca. Pero no continuéis vertiendo sangre cuando ya todas las posibilidades de éxito están perdidas. No nos negamos a luchar y seguiríamos con las armas en la mano hasta derramar nuestra última gota de sangre, siempre que nuestro sacrificio se viera compensado con el triunfo de nuestra insurrección en Asturias y en el resto de la península. Pero lo que no podemos admitir y claramente os lo manifestamos, es seguir gastando un momento más nuestras fuerzas inútilmente.
No es de cobardes deponer las armas cuando claramente se ve que es segura la derrota, derrota que no puede considerarse como tal si pensamos en la potencialidad de nuestro enemigo así como en los medios y las armas que éste ha tenido que emplear para combatirnos. Nadie, absolutamente nadie, podrá borrar de la historia lo que significa nuestra insurrección”.
Discurso de Belarmino Tomás en el balcón del Ayuntamiento de Sama, el 18 de octubre de 1934.

“Disponga avanzar mañana a las siete en dirección a Ujo y Mieres. Stop. Hay la casi seguridad de que nuestras fuerzas no serán hostilizadas. No obstante, adopte medidas de seguridad durante la marcha de la columna ocupando alturas, pero avance sin vacilaciones. Si la fuerza fuese agredida, pero en número, deberá rechazar la agresión con disparos sueltos de fusilería, no empleando ni ametralladoras ni menos artillería. Jefe mineros conferenció hoy conmigo ofreciendo entregar armas”.
Telegrama del general López Ochoa al general Balmes.


Vienres 19 de  ochobre / octubre

“En Mieres cada uno fue para su casa creyendo que no habría represión y que cada cual podría volver al trabajo. Todavía, antes de que llegara el ejército, pasé por la sede del Partido, con otros dos, a retirar una multicopista que teníamos allí. Era un aparato grande, de rabil; lo guardé en el desván de mi casa”.
Miguel Rodríguez Muñoz. “Recuerdos de octubre del 34”. Ástura: Nuevos Caratafueyos d’Asturies. 1985.

“El movimiento revolucionario toca a su fin y el Comité local que controlaba la vida civil de Mieres declinó los poderes de que estaba investido. Un grupo de ciudadanos no combatientes se encargó de tranquilizar los ánimos. Consciente este grupo de la gravedad del momento y de las críticas circunstancias, se encarga interinamente de asegurar la paz. Se advierte la probable llegada por uno o varios límites del concejo de las fuerzas armadas del Gobierno, las cuales por ningún concepto serán hostilizadas”.
Bando del Comité de Paz de Mieres, del 19 de octubre de 1934.


Sábadu 20 de ochobre / octubre

Octubre 34 - 13
“La casa de Belarmino Tomás fue saqueada por 19 guardias civiles, que irrumpieron violentamente en ella, y entre los cuales algunos llevaban aún las ropas que el propio Belarmino Tomás les había facilitado para salvarlos, al iniciarse el movimiento, de las iras de la muchedumbre que los quería linchar. Los guardias destrozaron los retratos de Pablo Iglesias, Largo Caballero y Máximo Gorki, y una ampliación de la fotografía del entierro de Manuel Llaneza. Se llevaron todo lo que les pareció tener algún valor: dos relojes, una dentadura, un impermeable, una gabardina, a más de otros objetos, entre ellos un kilo de dulce y quince pesetas en metálico. Después de lo cual obligaron a la hija de Belarmino Tomás, Pura, de dieciséis años, a recorrer durante horas las calles de Sama, descalza, bajo una lluvia torrencial, y constantemente injuriada del modo más soez por esos dignísimos representantes de la autoridad”.
Margarita Nelken. “Por qué hicimos la revolución”. Barcelona, 1936.

“Don Eduardo López de Ochoa Portuondo, general de División de los Ejércitos Nacionales, inspector general del Ejército y General en Jefe del Cuerpo de Ejército de Operaciones de esta provincia, Ordeno y Mando:
… – Artículo 3º. Las personas que teniendo noticias de algún depósito de armas, municiones o explosivos, no lo participasen en el más breve plazo posible, incurrirán igualmente en la responsabilidad que les corresponde.
Espero de la comprensión de los habitantes de esta provincia y en especial de la cuenca minera, que no den lugar a que me vea obligado a derramar sangre fuera de combate, lo que es contrario a mis sentimientos de amor al pueblo y a la humanidad en general, pero estoy firmemente resuelto a ejecutar lo que anuncio, porque la salud de la Patria lo exige.
Oviedo, 20 de octubre de 1934”.
Eduardo López Ochoa. “Campaña militar de Asturias”. Madrid, 1936

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