Aquel año, el día de los Premios Príncipe de Asturias a las 6 de la tarde, olí el café y sentí el crugir de las galletas.
Me alegré, no perdí la afectividad
A la vez veía como pensaba que me robaba
No había perdido la conciencia ni el ritmo nictameral.
Se lo comuniqué por fono a mis hijas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario