Miguel Hernández
30 DE OCTUBRE DE 2017 (12:23 H.)
Por las calles voy dejando, algo que voy recogiendo: pedazos de vida mía, venidos desde muy lejos. Voy alado a la agonía, arrastrándome me veo, en el umbral, en el fondo, latente del nacimiento
Poesía sentida y crítica de una sociedad y de un país que se partía en dos por un golpe de Estado y que acabo con el autor de Orihuela en la cárcel. Un personaje ignorado por el poder durante años, leído al escondido por sus seguidores y por quienes querían saber de él y de sus escritos. Descubrí al escritor a través de un profesor de mi colegio que nos acercó a su obra leyendo aquellos “vientos del pueblo” que nos llevaban a entender que era otra la historia, que eran otras las narrativas y que la versión oficial no era más que una interpretación terciada de los hechos escrita, como casi siempre, por los vencedores.
“Si me muero, que me muera con la cabeza muy alta. Muerto y veinte veces muerto, la boca contra la grama, tendré apretados los dientes y decidida la barba. Cantando espero a la muerte, que hay ruiseñores que cantan encima de los fusiles y en medio de las batallas.”
Pienso que sus cantos a la tierra y al pueblo marcaron un antes y un después en la literatura popular
“Jornaleros que habéis cobrado en plomo sufrimientos, trabajos y dineros. Cuerpos de sometido y alto lomo: jornaleros.
Españoles que España habéis ganado labrándola entre lluvias y entre soles. Rabadanes del hambre y del arado: españoles.
Esta España que, nunca satisfecha de malograr la flor de la cizaña, de una cosecha pasa a otra cosecha: esta España.”
El pastor autodidacta recogió sus propias sensaciones, las de un joven de provincia que veía el mundo ante sí y no compartía lo que ese mundo reflejaba.
“Tristes guerras, si no es amor la empresa. Tristes, tristes.
Tristes armas, si no son las palabras. Tristes, tristes.
Tristes hombres, si no mueren de amores. Tristes, tristes.”
Gritó a la vida, a la tierra y a sus gentes. También llamó la atención a la juventud para que no se quedara inmóvil y ajena
“Sangre que no se desborda, juventud que no se atreve, ni es sangre, ni es juventud, ni relucen, ni florecen. Cuerpos que nacen vencidos, vencidos y grises mueren: vienen con la edad de un siglo, y son viejos cuando vienen.”
Un poeta generoso y luminoso, como lo definió Neruda, que murió el 28 de marzo de 1942 en la cárcel de Alicante, pero al que ya habían condenado a muerte dos años antes. Este año se conmemoró el setenta y cinco aniversario del fallecimiento del poeta amigo de sus amigos a los que lloraba sin tapujos
“Tanto dolor se agrupa en mi costado, que por doler me duele hasta el aliento.
Un manotazo duro, un golpe helado, un hachazo invisible y homicida, un empujón brutal te ha derribado.
No hay extensión más grande que mi herida, lloro mi desventura y sus conjuntos y siento más tu muerte que mi vida.”
Pueden visitar la página de su fundación, la Casa Museo Miguel Hernández en su pueblo natal o el Centro de Estudios Hernandianos en la misma localidad. También pueden visionar el documental que en 2010, año hernandiano por el centenario de su nacimiento, estrenaba La 2 de Televisión Española. Con guion y dirección de Pedro Carvajal sobre una idea de Alfonso Guerra, con la voz de José Luis Gómez en sus poemas, con las canciones que le dedicaran Joan Manuel Serrat y Paco Ibáñez y los dibujos de Miguel Lasangre. Hernández fue, como afirma en esa obra el catedrático de literatura José Carlos Rovira, un “modelo literario de la literatura universal”.
“Pero tu sangre escarchada de azúcar, cebolla y hambre”
Era Miguel “un chiquillo menor que un grano de avena”, un niño yuntero que se agigantaba como poeta comprometido y rebelde que hoy sería un activista por la justicia social.
Creo que es pertinente y oportuno evocar el nacimiento de ese escritor al que el premio Nobel chileno pedía no olvidar porque “Recordar a Miguel Hernández que desapareció en la oscuridad y recordarlo a plena luz, es un deber de España, un deber de amor.”
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