sábado, 1 de febrero de 2020

No hubo ni hay reconquista de tierras cristiamas

Es continuación

A mediados del mes de diciembre Pelayo y sus leales llegan al río de Piloña tan desbordado que los hombres llegan al río Piloña con la duda de poderlo atravesar. Pelayo no duda y, en su cabalgadura comienza a atravesarlo. Los hombres se miran los unos a los otros. No dudan un momento en confiar sus vidas en su capitán. Llega el momento que su montura es cubierta por el agua que se desplaza tomando rumbo noreste.

El caballo, palpando su crin negro, resopla. Pelayo lo frena y, mientras gira a su izquierda encarándose a sus hombres que le mira tensos. "Adelante mis vasallos, mi caballo pialla", mi caballo pisa firme. Despacio, no tirar de sus riendas sino acariciar sus crines. Así, moderar su paso al firme mientras llega a nosotros quien vigila nuestra persecución. Llegado este nos dice que están a medio día de su río.

Seguidme rápido, a ese medio día estaremos en el prado a cubierto del río.

Desde allí vieron como, después de varios intentos, Muza ordena la retirada.

Pelayo continúa la marcha hasta llegar a refugio en Cangas donde son recibidos por el !hey Señor!, bien llegado a vuestras tierras que hemos conservado para recibiros.

Muza decidió abandonar las tierras astures por el mismo lugar por donde les habían porfiado Pelayo y sus hombres.

Al pasar por el castillo de Soto avanzaron hasta superar la cota nevada de Tarna. Desde allí decició atacar a Pelayo a través del Ducado de Pedro I de Cantabria a quien expulsan tras tomar su rocosa y hermosa capital Amaya haciendo huir al gran Duque que se dirige a Cangas en busca de apoyo del coronado Pelayo.

Don Pedro y Don Pelayo deciden alianza entre sus hijos Alfonso y Ermesinda para tomar por primera vez atacar a lo musulmanes en vez de defenderse.

Así proceden la petición dándoles alcance en Cillaperlata donde se dan las cara en el día de la Noche Oscura. Con la ayuda de la Santa Madre de Dios quebrantan los huesos de los sarracenos.

Pelayo simula su retirada y hace que les persigan por los profundos y oscuros valles que les llevan a Onís.

En un profundo valle rodean a los musulmanes donde, con la ayuda de la Madre de Dios infringen una batalla que desde entonces será llamada Covadonga.

Los pocos musulmanes que quedaban huyen a refugio en Zaragoza, mientras en Asturias, se inicia una dinastía nacida de la alianza entre cántabros y astures.

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