lunes, 7 de enero de 2019

Los caminos del delirio - Armando Pereira

LECTURA

Los caminos del delirio
Armando Pereira


El discurso delirante se funda sobre la base de la coherencia de sus formulaciones. Nace como discurso a partir de la existencia de una idea rectora, una idea única y suficiente, una idea eje en torno a la cual se irán sumando todos aquellos elementos que la sustenten y fundamenten. Para el delirio, cualquier cosa puede llegar a tener el valor de un signo, de un indicio, en la medida en que, al entrar a formar parte del mecanismo del discurso, participe y remita a la idea rectora, a esa pasión dominante que late en el Centro del delirio. Es ésto precisamente lo que hace necesaria, para este tipo de razonamiento, una rigurosa selección y sistematización de los hechos que habrán de pasar a formar parte del sistema discursivo. Sólo participarán en este sistema los hechos que coadyuven a demostrar lo que quiere demostrarse; el resto, todo lo que no contribuya a esa finalidad única y absoluta que se encuentra en la base del delirio, no será sino ruido en el interior del sistema e inevitablemente habrá que suprimirlo. Pero no son los hechos en sí los que determinan el carácter delirante del discurso, sino más bien las relaciones que el discurso establece entre ellos, los nexos en los que se les obliga a intervenir, el corpus significativo que nace de esos nexos y relaciones. Los hechos, incluso, podrían no existir: la imaginación delirante se encargaría de producirlos, pues su única finalidad es demostrar, con la racionalidad y la coherencia necesarias, esa idea que nace no de la confrontación con la realidad sino del deseo, de la pasión que habita al fondo del deseo. Es justamente en este sentido que se construye el discurso de Larrea. Introducción a un nuevo mundo nace del deseo del desterrado por encontrar una región propicia al desenvolvimiento del espíritu, de ese espíritu que ha perdido la tierra bajo sus pies y que se ve obligado a producir un espacio sobre el cual pensar y desenvolverse. Ese espacio será América, el nuevo continente, esa región a la que lo ha confinado el destierro, esa región en la que el poeta español creerá descubrir los signos propicios para la existencia del espíritu. La idea, la tesis principal que rige el ensayo de Larrea se desgrana en cuatro puntos:

- La existencia, tanto en el orden material como en el orden espiritual, de un más allá.
-La historia se encuentra en las inmediaciones de ese más allá, en el umbral del Nuevo Mundo.
-El Nuevo Mundo es el continente americano.
-España es la encargada de brindar el acceso al Nuevo Mundo.

En torno a este corpus central se irá organizando el discurso y a su organicidad contribuirán "razones" extraídas de todos los niveles en los que se desarrolla la vida, desde la geografía y la historia hasta los infinitos espacios siderales. Sigamos paso a paso el desarrollo de este discurso, más cercano a la poesía que a la ciencia: abandonémonos por un momento a las fantásticas evoluciones del delirio. La península ibérica -comienza el razonamiento de Larrea- representa el.punto más extremo del viejo mundo, sus fronteras constituyen el límite del antiguo continente. Y ese límite está señalado precisamente por las columnas de Hércules. Hércules simboliza la fuerza material del viejo mundo.y en sus columnas está inscrita la leyenda: "Non plus ultra". Es decir: no hay nada "más allá" de esa fuerza material que caracteriza a Occidente. Sin embargo, y contrariando la leyenda, España Siglos después descubrirá América; es decir, descubrirá la existencia real de un "más allá", y ese "más allá" de la fuerza material de Occidente será el nuevo mundo, desde entonces encargado de representar la fuerza del espíritu. Así, el descubrimiento de América ha hecho posible el cumplimiento del reino de Dios en la tierra. "El descubrimiento de América constituyó, pues -aunque contemporáneamente no se sintiera sino de modo muy vago-, el primer paso efectivo hacia la verificación del más allá integral tan sumamente apetecido. La idea de esa región ulterior que hasta entonces pertenecía al reino absoluto de lo abstracto, empieza a dibujarse concreta aunque apenas perceptiblemente en el horizonte. El mundo nuevo posee ya, como resultado de las dos tendencias, un campo propio y mensurable dentro de la superficie de ocho siglos de reconquista, lo colocan en la avanzada de los ejércitos de Cristo: "Véasele montado en su caballo sin mancha, en el equus, como una personificación del espíritu de equidad, en equilibrio como el fiel de la balanza de la justicia y blandiendo ésta su espada, sembrando el pavor y desbaratando los ejércitos infieles." Porque su espada no lleva inscrito el signo de la guerra, más bien: hace la guerra a la guerra, si contiende es para expulsar a las huestes de Mahoma, al Anticristo, de las cristianas tierras de España. "Sucede, pues, que la Edad Media española se caracteriza fundamentalmente en el plano filosófico por ser una lucha de una doctrina de paz contra una doctrina guerrera y anticaritativa de fuerza, o sea, contra una modalidad pseudoespiritualizada de la esencia de Hércules, siendo Santiago el defensor de los cristianos contra esa sistemática violencia."La victoria de Santiago contra el Anticristo mahometano es lo que abre las puertas y desbroza el camino para la aparición, en 1492, del nuevo .mundo. Sólo cuando es vencido por completo el Anticristo, sólo cuando es extirpado de raíz el mito de la fuerza bruta, cuando árabes y judíos abandonan la península y ésta alcanza la unidad política de todos sus reinos, sólo entonces aparece en toda su plenitud el nuevo mundo del espíritu, sólo entonces podrán ser descubiertos y conquistados para la cristiandad, una vez más por España, las tierras de América. El hallazgo es profundamente revelador; los signos premonitorios no pueden, ser más claros y, ante ellos, el discurso de Larrea estalla exultante: "¿Cabe mayor perfección, mejor musical acuerdo, en la trama significativa de estas figuras? Más allá de la fuerza, Nuevo Mundo, América, son elementos que están en constante juego sutil profundísimo. Una vez más los motivos espirituales vienen .a confirmar el tema básico. Ahora es la existencia de Compostela o ciudad de Santiago, situada en la punta del Finisterre y en las proximidades de América la que indica que el nuevo mundo que sirve de hito, ese cielo metafórico, se halla más allá de la fuerza, 'más allá del mundo grecolatino, más allá de la tierra de Adán, en el reino verdadero del espíritu." Pero las fantásticas evoluciones del pensamiento de Larrea no se detienen aquí. En el colmo de su paroxismo, desencadena el curso de la sintaxis hasta abarcar el espacio sideral. Pues la razón delirante encuentra (debe encontrar) también allí los indicios últimos que fundamentan y concluyen, en un apoteótico finale, esta feraz y hermosa sinfonía del delirio, más cercana al arte y a la poesía que a la verdad y la ciencia. El Camino de Santiago, esa nebulosa estelar que cruza nuestro cielo, no conduce, como' se creía originalmente, a la constelación de Hércules; a la constelación de la fuerza. Cálculos recientes, "realizados en este umbral de la universalidad", "en los primeros albores del nuevo mundo", afirman, por el contrario, que su curso se dirige hacia la constelación de la Lira. Es decir, el Camino de Santiago, que apunta hacia el nuevo mundo, nos conduce ya no a la guerra y la destrucción, sino a la región del arte y la poesía, esa región del espíritu que España ha descubierto en el más allá del Finisterre, en el reino de Dios en la tierra, en el Nuevo Mundo, en América. Si bien el delirio es un síntoma perfectamente desmontable y susceptible de análisis y conocimiento a partir del psicoanálisis, sus producciones no siempre deben leerse como .signos reveladores de ese síntoma. Otras veces, como es el caso de Introducción .a un nuevo mundo de Juan Larrea, nos ofrecen la posibilidad de una lectura distinta, una lectura habitada por la imaginación y la poesía, por el asombro y el gozo. Y esos placeres inútiles, sin provecho alguno para la ciencia y el saber, son sin duda mucho más recomendables para la constitución de ese nuevo espíritu que con tanto ahínco, en el paroxismo de su hermoso delirio, buscaba Larrea,

El ensayo de Juan Larrea que aquel se comenta apareció originalmente en España Peregrina, esa olvidada revista del exilio español que marcó un momento significativo en el pensamiento de su época. España Peregrina, México, núms. 1 y2, marzo, 1940.

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