sábado, 21 de julio de 2018

Aljubarrota segun historiadores

Batalla de Aljubarrota
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La Batalla de Aljubarrota aconteció al final de la tarde
del 14 de agosto de 1385, entre tropas portuguesas e
inglesas al mando de Juan I de Portugal y de su
condestable San Nuno Álvares Pereira, y el ejército
castellano de Juan I de Castilla. La batalla se dio en el
campo de San Jorge en los alrededores de la villa de
Aljubarrota, entre las localidades de Leiria y Alcobaça
en el centro de Portugal. El resultado fue la derrota de
los castellanos, el fin de la crisis portuguesa de 1383 a
1385, y la consolidación de Juan I como rey de
Portugal, el primero de la dinastía de Avís. La paz
definitiva con Castilla se estableció en 1411, con la firma del tratado de Ayllón (Segovia), tras agresiones
portuguesas en territorio castellano y acciones como la batalla de Valverde (15 de octubre de 1385), con el
triunfo de San Nuno Álvares Pereira sobre los
castellanos en Valverde de Mérida.

Introducción
Al final del siglo XIV, Europa se encontraba en medio
de una época de crisis y revolución. La Guerra de los
Cien Años devastaba Francia, epidemias de peste negra se llevaban vidas en todo el continente, la inestabilidad
política dominaba y Portugal no era una excepción.
Durante la segunda mitad de este siglo XIV era grande
la rivalidad y luchas entre Castilla y Portugal: Fernando I
de Portugal, había mantenido aspiraciones al trono de
Castilla dando lugar desde 1369 a las llamadas tres
Guerras Fernandinas. En 1383, dicho rey portugués
murió sin hijos varones que heredasen la corona. Su única hija era la infanta doña Beatriz de Portugal, casada
con el rey Juan I de Castilla. La burguesía se mostraba insatisfecha con la regencia de la reina doña Leonor

17/09/13 Batalla de Aljubarrota - Wikipedia, la enciclopedia libre
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Batalla de Aljubarrota
Téllez de Meneses y de su favorito, el conde Andeiro, y con el orden de sucesión, ya que eso significaría la
anexión de Portugal a Castilla. Las gentes se levantaron en Lisboa, el conde Andeiro fue muerto y el pueblo
pidió al maestre de la Orden de Avís, hijo natural de Pedro I de Portugal, que fuese regente y defendiera el
país.
El periodo de interregno que siguió se conoce como la crisis de 1383-1385. Finalmente el 6 de abril de 1385,
don Juan, maestre de la Orden de Avís, es aclamado rey por las Cortes reunidas en Coímbra. Pero el rey de
Castilla no renunció a su derecho a la corona portuguesa, que le venía por su casamiento. En junio invade
Portugal al frente de su ejército, auxiliado por un contingente de caballería francesa.
La disposición de las huestes portuguesas
Cuando llegaron las noticias de la invasión, Juan I de Portugal se encontraba en Tomar, en compañía de Nuno Álvares Pereira, condestable del reino, y de su ejército. La decisión, tomada tras algunas dudas iniciales, fue enfrentarse a los castellanos antes de que pudiesen llegar a Lisboa.
Con sus aliados ingleses, el ejército portugués interceptó al ejército castellano en Leiria. Dada la lentitud con
que los castellanos avanzaban, Nuno Álvares Pereira tuvo tiempo para escoger un terreno favorable para la
batalla, asistido por los expertos ingleses. La opción recayó sobre una pequeña colina de cima plana rodeada
por riachuelos, cerca de Aljubarrota. Hacia las 10 de la mañana del 14 de agosto, el ejército tomó posiciones
en la vertiente norte de la colina, de frente a la carretera por dónde los castellanos eran esperados. Siguiendo el
mismo plan de otras batallas del siglo XIV (Crécy y Poitiers son buenos ejemplos), las disposiciones
portuguesas fueron las siguientes: caballería desmontada e infantería en el centro de la línea rodeadas por los
flancos de arqueros ingleses, protegidos por obstáculos naturales (en este caso ríos). En la retaguardia,
aguardaban los refuerzos mandados por Juan I de Portugal en persona. En esta posición, altamente defensiva,
los portugueses esperaron la llegada del ejército castellano protegidos por la vertiente de la colina.
La llegada de los castellanos
La vanguardia del ejército castellano llegó al teatro de la batalla
al mediodía, bajo el sol inmisericorde de agosto. Al ver la
posición defensiva ocupada por lo que ellos consideraban
rebeldes, el rey de Castilla tomó la acertada decisión de evitar el
combate en estos términos. Lentamente, debido a los 30 000
soldados que constituían sus efectivos, el ejército castellano
comenzó a rodear la colina por el camino del lado del sol
naciente. Las patrullas castellanas habían verificado que la
vertiente sur de la colina tenía un desnivel más suave y era por
ahí por donde pretendían atacar.
En respuesta a ese movimiento, el ejército portugués invirtió su
disposición y se dirigió a la vertiente sur. Ya que estaban en
inferioridad numérica y tenían un camino más corto que recorrer,
el contingente portugués alcanzó su posición final al inicio de la
tarde. Para evitar nerviosismos y mantener la moral elevada,
Nuno Álvares Pereira ordenó la construcción de un conjunto de
trincheras y cuevas en frente de la línea de infantería. Esta táctica defensiva, muy típica de los ejércitos ingleses,
fue tal vez una sugerencia de los aliados británicos presentes sobre el terreno.
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Hacia las seis de la tarde, los castellanos estaban preparados para la batalla. De acuerdo con el registro escrito
por el rey de Castilla tras la batalla, sus soldados estaban bastante cansados tras un día de marcha en
condiciones de mucho calor. Pero no había tiempo para volver atrás y la batalla comenzó.
La batalla
La iniciativa de comenzar la batalla partió de Castilla, con una típica carga de la caballería francesa: a toda a
brida y con fuerza, para romper la línea de infantería adversaria. Mas, tal como sucedió en la batalla de Crécy,
los arqueros ingleses colocados en los flancos y el sistema de trincheras hicieron la mayor parte del trabajo.
Mucho antes de ni siquiera entrar en contacto con la infantería portuguesa, la caballería ya se encontraba
desorganizada y confusa, dado el miedo de los caballos a avanzar por terreno irregular y la eficacia de la lluvia
de flechas que caía sobre ellos. Las bajas de la caballería fueron grandes y el efecto del ataque nulo. La
retaguardia castellana demoró en prestar auxilio y en consecuencia, los caballeros que no murieron fueron
hechos prisioneros.
Tras este percance, la restante, pero substancial parte del ejército castellano entró en la contienda. Su línea era
bastante extensa, por el gran número de soldados. Al avanzar en dirección a los portugueses, los castellanos
fueron forzados a desorganizar sus propias líneas para caber en el espacio situado entre los dos ríos. En cuanto
los castellanos estuvieron desorganizados, los portugueses redispusieron sus fuerzas dividiendo la vanguardia de
Nuno Álvares en dos sectores, para afrontar la nueva amenaza. Viendo que lo peor todavía estaba por llegar,
Juan I de Portugal ordenó la retirada de los arqueros y el avance de la retaguardia a través del espacio abierto
en la línea de frente. Fue en ese momento en que los portugueses tuvieron que llamar a todos los hombres y se
tomó la decisión de ejecutar a todos los prisioneros castellanos.
Atrapados entre los flancos portugueses y la retaguardia avanzada, los castellanos lucharon desesperadamente
por la victoria. En esta fase de la batalla, las bajas fueron muy grandes por ambos lados, principalmente del lado
castellano y en flanco izquierdo portugués, recordado con el nombre Ala de los enamorados. A la puesta del
sol, la posición de los castellanos ya era indefendible y con el día perdido, Juan I de Castilla ordenó la retirada.
Los castellanos se retiraron en desbandada del campo de batalla. Los soldados y el pueblo de los alrededores
seguían el desenlace y no dudaron en matar a los fugitivos.
De la persecución popular surgió una tradición portuguesa en torno a la batalla: una mujer, de nombre Brites de
Almeida, recordada como la Panadera de Aljubarrota, muy fuerte y con seis dedos en cada mano, emboscó
y mató con sus propias manos a muchos castellanos en fuga. Esta historia no es más que una leyenda popular,
pero la masacre que siguió a la batalla es histórica.
El día siguiente
En la mañana del 15 de agosto, la magnitud de la derrota sufrida por los castellanos quedaba patente: los
cadáveres eran tantos que llegaron a interrumpir el curso de los ríos que flanqueaban la colina.
Las pérdidas humanas fueron cuantiosas. Entre los fallecidos en combate en el bando castellano se contaron:
Pedro González de Mendoza, señor de Hita y Buitrago,
Juan Téllez de Castilla, señor de Aguilar de Campoo y primo hermano del rey,
Diego Gómez Manrique de Lara y Leyva, señor de Amusco y Treviño,
Juan Fernández de Tovar, Almirante de Castilla y Señor de Berlanga, casado con una sobrina del rey,
Diego Gómez Sarmiento, Mariscal de Castilla y I Señor de Salinas,
Juan Alfonso Téllez de Meneses, Conde de Barcelos, Almirante de Portugal y hermano de la reina,
combatió en el bando castellano,
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Gutierre González de Quirós, Conde de San Antolín de Sotillo, Señor de Villoria, Alférez Mayor del rey.
En la batalla murió también su hermano Lope y su primo García de Quirós,
Pedro Boil, Señor de Huete y Señor de Masanasa, aragonés de nacimiento,
Juan Alfonso de Ajofrín, del linaje toledano de los ben Furon,
Gonzalo Díaz Carrillo, hijo del Señor de Mondéjar.
Todos ellos pertenecían al más alto escalafón social y nobiliario, lo que causó gran luto en Castilla.
La caballería castellana sufrió en Aljubarrota una derrota más en contra de tácticas defensivas de infantería, tras
Crécy y Poitiers. La batalla de Azincourt, ya en el siglo XV, mostró que Aljubarrota no fue el último ejemplo.
Con esta victoria, Juan I se convirtió en rey indiscutido de Portugal, el primero de la casa de Avís. Para celebrar
la victoria y agradecer el auxilio divino que creía haber recibido, Juan I de Portugal mandó erigir el monasterio
de Santa María de la Victoria (monasterio de Batalla) y fundar la villa de Batalla (Batalha).
Referencias
1. ↑ José Maria Rodrígues & Américo da Costa Ramalho (1979). Fontes dos Lusíadas. Lisboa: Academia das
Ciências de Lisboa
2. ↑ a b Edward McMurdo, 2009: 234
Bibliografía
A.H. de Oliveira Marques, Historia de Portugal, vol. 1, Lisboa, Presença, 1997.
Fernão Lopes, Crónica de D. João I, vol. 1, s.l., Civilização, imp. 1994.
João Gouveia Monteiro, Aljubarrota: 1385: a batalha real, Lisboa, Tribuna da História, imp. 2003.
Luís Miguel Duarte, Batalhas da História de Portugal- Guerra pela Independência, Lisboa,
QUIDNOVI, imp. 2006.
Edward McMurdo, The History of Portugal (2); The History of Portugal from the Reign of D. Diniz
to the reign of D. Afonso V. General Books LLC, 2009.
Enlaces externos
Wikimedia Commons alberga contenido multimedia sobre Batalla de Aljubarrota.
Fundação Batalha de Aljubarrota (http://www.fundacao-aljubarrota.pt)
Dramatización de la batalla de Aljubarrota (http://www.fundacao-aljubarrota.pt/?action=22)
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Batallas de la Corona de Castilla
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