Un fajo de cartas de amor vendido en un rastrillo se convierte en teatro
Una obra recrea en Valencia la relación real de una pareja anónima de los años cincuenta
Valencia
Hace dos años, Cristina Correa encontró un fajo de cartas y postales de una mujer anónima, Carmen Muñoz, en un mercadillo de antigüedades de Valencia. Correa, guionista de televisión con experiencia teatral, las compró, más que nada porque después de ojearlas le entró un pudor extraño porque algo así, un intenso intercambio de misivas entre Carmen y su marido, en los años cincuenta, estuviera a la vista de todos y a la venta.
Después de un proceso de investigación sobre la vida de la mujer, que tuvo su punto de partida en 60 cartas, un telegrama y varias fotos que Correa adquirió por 20 euros, ella y Desirée Belmonte han convertido la historia en un montaje de la compañía Teatro de La Catrina, titulado Carmen Muñoz o el rescate de una memoria, que se estrenará el 12 de mayo en el Festival Cabanyal Íntim de Valencia.
UN FESTIVAL EN EL BARRIO DE LOS PESCADORES
Cabanyal Íntim, el festival en el que se estrenará Carmen Muñoz o el rescate de una memoria, nació en 2011 como un proyecto artístico vinculado a la defensa del singular barrio marítimo de Valencia, amenazado entonces por un gran proyecto urbanístico que preveía derribar 1.651 casas, muchas de ellas construidas hace un siglo siguiendo una variante popular de la arquitectura modernista. Aquel proyecto motivó protestas en la calle que se oyeron en toda España.
El festival tiene la peculiaridad de que muchos de los montajes se realizan en viviendas particulares, con aforos reducidos. Del 10 al 20 de mayo, Cabanyal Íntim ofrecerá una treintena de propuestas de teatro, danza, videoarte y poesía dramatizada.
La correspondencia de Carmen Muñoz refleja, a través de escenas y palabras cotidianas, una historia de amor en la España de mediados del siglo XX. Empieza en 1956, cuando Muñoz, que entonces tenía 34 años, pasaba el verano con los niños en Navajas, un pueblo de la sierra a 60 kilómetros de Valencia, y su marido, Antonio Galiana, está de rodríguez trabajando en la ciudad.
Ella le cuenta las películas que va a ver al cine del pueblo. Él le dice que la feria que han instalado debajo de su casa, en lo que actualmente es el paseo de la Alameda de Valencia, no le deja dormir hasta entrada la madrugada, pero que a mediodía va a comer al balneario de las Arenas, en la playa del Cabanyal, alquila un bañador y se refresca antes de volver a la fábrica, donde trabaja como químico.
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