El caso de pederastia en los maristas de Galicia se extiende: otros nueve religiosos investigados en cuatro colegios
EL PAÍS desvela nuevos casos, que elevan a 13 los hermanos denunciados, en los centros de Vigo, A Coruña, Lugo y Ourense entre 1956 y 1980
El escándalo de pederastia en los maristas en Galicia se extiende. La congregación investiga a otros nueve religiosos por presuntos abusos de menores entre los años cincuenta y los ochenta, según han confirmado tras remitirles este diario nuevos nombres de religiosos acusados por víctimas y testigos. La orden los ha incorporado a la investigación de cuatro maristas de Vigo que abrió tras la publicación el pasado 1 de junio de un reportaje en EL PAÍS. Son testimonios recabados por este periódico en el correo electrónico abierto hace casi tres años. Una vez verificados, la información ha sido entregada a los maristas, que tras examinar su verosimilitud han abierto una investigación. En total, ya suman 13 maristas señalados como pederastas en Galicia. La congregación reitera que condena los abusos, pide perdón a las víctimas y pone a su disposición un correo electrónico para denunciar los casos: contigo@maristascompostela.org.
El criterio para relatar cada caso ha sido el siguiente: cuando las víctimas y testigos aceptan aparecer identificados se indica también el nombre completo del religioso acusado, si se conoce, y en el resto de casos, solo el nombre de pila, que muchas veces se ignora si es el real o el religioso, distinto del verdadero. Los nuevos testimonios denuncian abusos de los siguientes clérigos: los hermanos Herminio y Agustín en el colegio de Vigo; Telesforo y Víctor en el de A Coruña; Florencio y Ángel apodado El Conguito, en el de Ourense; David Samartino y el hermano Puebla en Lugo; y un religioso, Primitivo Castellanos, que estuvo tanto en Lugo como en Ourense. Al menos este último, Primitivo Castellanos, fue investigado por la orden y denunciado en Fiscalía en 2018, aunque los hechos ya estaban prescritos, según confirman los maristas. Es el único vivo, el resto ha fallecido, indica la congregación. Las fechas de los abusos denunciados abarcan un periodo que va desde 1956 a 1980 y la reconstrucción de los casos constata que a menudo estos docentes fueron protegidos por sus superiores y simplemente trasladados a otro centro, o también al extranjero como misioneros. Con estos nueve casos, el total de los conocidos en la Iglesia española se eleva a 327, con al menos 836 víctimas, según la contabilidad que lleva EL PAÍS ante la ausencia de datos oficiales o de la Iglesia, que se niega a investigarlo.
Consulta la primera base de datos de pederastia en la Iglesia
Uno de los testimonios más estremecedores es el de Ricardo López, nacido en 1966, y alumno del colegio marista de La Inmaculada de Lugo en los años setenta. Acusa al hermano Primitivo Castellanos de abusar de él y de sus compañeros, y cuenta que para librarse del recuerdo de su sonrisa “de sádico” buscó alivio en las drogas. “Pasé de ser un bendito a arrearle a todo lo que podía. Estaba confuso. No sabía si de mayor iba a ser otro abusador”, relata. Este periódico ha pedido a la orden hablar con el acusado, actualmente jubilado y en una residencia, pero los maristas no han accedido. Era profesor y entrenador de balonmano: “Se sentaba a tu lado en clase, en los vestuarios, y te tocaba los genitales”. A la guerra de López contra estos recuerdos se le sumó una infección por VIH y luego un cáncer. Impedido pero sereno desde su casa en un pueblo de A Coruña, ha decidido hablar. En realidad llevaba siete años haciéndolo sin resultado. En 2014, tras 32 años de terapia, comenzó a contarlo en Facebook para buscar a otros afectados. “Para que la gente supiera la clase de monstruo que era el hermano Primitivo. Solo encontré a una víctima. Era jugador de balonmano. A saber lo que le hizo”, relata.
Sin embargo, asegura que, como muchas otras víctimas, en vez de comprensión, se topó con un muro de descrédito. “Me dijeron que era una venganza personal o que tendría que haber denunciado hace años”, explica. Pero unos años después, recibió un mensaje del superior de la provincia marista de Compostela, Tomás Briongos: “Me ofreció su ayuda y vino a mi casa”. López le relató los abusos que denuncia y cómo veía a Castellanos encerrarse en los recreos con otros niños en una sala del colegio, dedicada la venta de material escolar. “Unos días después, volvieron con una declaración escrita un poco descafeinada que firmé. Luego la entregaron a la Fiscalía y, a los meses, me citaron para declarar. El fiscal jefe de menores de la Audiencia Provincial de Lugo me dijo que [esos abusos] no eran nada”, añade. La orden no ha querido aclarar si tomó medidas disciplinarias ni si encontró más víctimas.
López no es el único que acusa a Castellanos. Otro antiguo alumno, que prefiere mantenerse en el anonimato, y que estuvo en Lugo entre 1974 y 1980, asegura que los abusos de este profesor, especialmente hacia los jugadores del equipo de balonmano, eran vox populi. “Se encargaba de los deportes y tocaba habitualmente en los vestuarios a los jugadores en sus partes”. Además, asegura que sufrió abusos de otro religioso, el hermano Puebla, su tutor y profesor. “Apenas regañaba y nos daba caramelos. Con el buen tiempo solíamos usar pantalones cortos, y él aprovechaba momentos en los que estábamos trabajando para meter los dedos en el pantalón”, relata. “Dejé ese colegio más tarde por sus torturas habituales y sistemáticas: maltrato psicológico, castigos inhumanos, insultos...”.
El año anterior el hermano Primitivo había estado en Ourense, en el colegio Santa María de la congregación, que fue el último internado de la orden en España, hasta 2008. Un exalumno de este centro, G. C. G., recuerda que el hermano Primitivo fue el prefecto de la sección de los pequeños al menos entre 1971 y 1973, hasta que fue enviado a otro destino. En su caso, fue acosado en el dormitorio común: “Me dijo que lo acompañara a las duchas. Allí me acercó a él, metió la mano por debajo del pijama y empezó a acariciarme un pezón. Me preguntó si sabía cómo se hacían los niños y se ofreció a explicármelo cuando quisiera. Acto seguido me mandó ir para la cama”. Curiosamente, el hermano Primitivo le había defendido el año anterior de otro marista, el hermano Florencio: “En la sala de juegos, estando delante del televisor, se acercó a mí el hermano Florencio, sacó un caramelo, lo puso delante de mí a una cierta altura, para que yo tuviera que levantar el brazo. Cuando lo levanté la reacción inmediata fue poner su mano sobre mi muslo izquierdo y deslizarla en el pantalón hacia mis genitales. En ese momento apareció el hermano Primitivo. Lo agarró por la sotana y lo golpeó contra la pared un par de veces o tres, amenazándole en voz alta”.
También en Ourense, pero en el curso 1974-1975, el exalumno Ezequiel Mera afirma que fue testigo de cómo por las noches el hermano Ángel, apodado El Conguito, sacaba de sus camas a varios niños y los metía en su cuarto. “Dormíamos en una gran sala todos juntos. Tenía por costumbre llevar al menos a dos niños, uno de mi edad y otro un año mayor a su habitación”, afirma Mera. Ese recuerdo, comenta, le ha seguido durante años. “Acabaron por enviarle a África”, asevera.
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En el colegio de Lugo, pero años antes, en el curso 1956-1957, Arcadio Casanova Santos acusa de abusos y violencia al hermano David Samartino Molina, fallecido en 2006. “Yo tenía 7 años. Me tenía, no sé por qué, fichado. Me castigaba con mucha frecuencia, de pie en una esquina. Un día coincidimos castigados otro compañero y yo. Mandó salir a todos al terminar la clase menos a nosotros. Regresó y escuché los lloros de mi compañero. Me di la vuelta y vi al hermano David con la mano metida por la cintura del pantalón de mi compañero, que no paraba de llorar, al tiempo que lo aprisionaba contra la pared. Me vio y nos mandó ir. Pero el último día de curso mandó salir a todos menos a mí. Me cogió la dos manos por las muñecas y me golpeó la cara con una furia enfermiza, hasta que me rompió un labio”.
El curso siguiente desapareció. Años después Arcadio lo contó en casa y su padre fue a hablar con el director del colegio en aquel momento, el hermano Virgilio González, ya fallecido, al que unía una gran amistad. “Le contó que lo habían retirado de la circulación en España, pues ya había conocimiento en Lugo de varias agresiones a distintos alumnos”, explica. Fue enviado a Catacocha, en Ecuador, y luego a Quito. “El director le comentó que pasado algún tiempo tuvieron que regresarlo a España por líos del mismo tenor, temiendo incluso sus superiores por su vida”. Samartino pasó luego por centros maristas en Oviedo, Roma, Vigo, Santiago, Salamanca-ISPE, León, Honduras (Choluteca y Comayagua) y la residencia Champagnat de Valladolid.
Arcadio tiene un recuerdo especialmente doloroso: “Teníamos un compañero que tenía una minusvalía psíquica, similar a una parálisis cerebral. En clase era inhumano el trato que recibía del hermano David. Incapaz de resolver ningún problema, no había día que no saliera con golpes. Yo vi cómo de una patada lo tiraba al suelo desde la tarima y luego a patadas en el suelo hasta llevarlo a su pupitre. Los hechos que viví en el colegio marista de Lugo me dolieron y me ocuparon más cuantos más años fui cumpliendo”.
En cuanto al colegio de Vigo se suman dos hermanos más a los cuatro ya identificados. Juan Carlos Álvarez Quintero acusa al hermano Herminio, su profesor de francés en el curso 1966-1967: “Tenía la costumbre de, mientras estaba a su lado en la tarima, con la lectura y traducción de un texto francés, acariciarme la pierna y meterme la mano en el pantalón corto para tocar todo lo que podía. Recuerdo con angustia cómo el día anterior ensayaba la pronunciación para evitar errores y acabar lo antes posible. Tenía 10 o 11 años”. Su relato coincide con el de otra víctima: “Era un abusador en toda regla. Cuando nos llamaba íbamos temblando. Nos llamaba a su pupitre y nos metía una sobada que empezaba por la parte descubierta de las piernas y subía por el culo, y tocaba y sobaba hasta que te podías escapar”.
Otro exalumno de Vigo en los años setenta, que prefiere no ser identificado, afirma haber sufrido abusos del hermano Miguel, uno de los nombres que ya ha salido a la luz, popular en Vigo por ser fundador del equipo de voleibol Club Vigo: “Todos los curas sabían lo que pasaba. Le gustaba ir por el gimnasio sobre todo a la hora de la ducha y su afición era quitar el agua caliente y poner la fría. Salíamos todos desnudos y él por el pasillo manoseaba a quien podía”. Pero señala también al hermano Agustín, ya fallecido. “En una de las excursiones del grupo de montaña del colegio a un niño le dolía la barriga y empezó a darle masajes dentro de una tienda pero las manos acabaron en otro sitio. También acosó a un amigo mío, que se lo dijo a la madre y fue allí y montó un pollo”. Este marista pasó también por el colegio San José de Madrid, el de Oviedo, Ourense, el San José de León y A Coruña. Este exalumno recuerda en las excursiones a otro hermano marista que dormía en una tienda a solas siempre con el mismo niño, a veces en acampadas de una o dos semanas en Picos de Europa y Gredos.
En el colegio marista de A Coruña, otro exalumno de finales de los años cincuenta y principio de los sesenta, de iniciales S. L., refiere haber sido testigo de abusos de dos profesores, los hermanos Telesforo y Víctor. “Los teníamos fichados y uno se aguantaba si te pillaba. Telesforo era aragonés, nos llamaba chicuelo. Si le gustabas te ofrecía caramelos. Víctor daba latín y su desviación a veces le dominaba. Tenía un predilecto, rubito de cara angelical, al que castigaba a veces sin motivo para quedarse a solas en el aula con las luces apagadas”.
Los maristas investigan ahora estos nueve docentes, además de las denuncias recibidas en su correo. No obstante, no dan información del historial de los religiosos investigados ni aclaran si harán públicos los resultados de su investigación.
Si conoce algún caso de abusos sexuales que no haya visto la luz, escríbanos con su denuncia a abusos@elpais.es
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