“El interior de un agujero negro es un lugar luminoso”
La cosmóloga estadounidense Janna Levin compendia en dos libros todo nuestro conocimiento de este objeto astronómico y lo que nos pasaría si caemos en uno
La cosmóloga Janna Levin ha resumido en poco más de 200 páginas una epopeya que duró 1.300 millones de años. Todo comenzó cuando dos agujeros negros en una zona desconocida del universo chocaron violentamente. Escupieron más energía que un trillón de bombas atómicas y esta comenzó a vagar por el universo en todas direcciones a la velocidad de la luz como si fueran las ondas que causa una piedra al caer en un estanque. Cuando una de esas ondas entró en nuestra galaxia, los humanos todavía vivíamos en cuevas. Cuando llegó al cúmulo de estrellas más cercano al Sol, ya en el siglo pasado, un físico predijo que el universo podía producir ondas gravitacionales, pero que nunca las podríamos detectar. Más de un siglo después la señal de la vieja colisión de agujeros negros entró en el Sistema Solar, pasó Neptuno y llegó hasta el Sol. Quedaban ocho minutos para uno de los descubrimientos más importantes de la ciencia reciente: la detección de la primera onda gravitacional, el fenómeno predicho por aquel brillante físico: Albert Einstein. Aquel día la humanidad entró en una nueva era de la exploración del universo. Ya no solo era posible observarlo con telescopios, sino escucharlo con detectores de ondas gravitacionales.
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