El embajador de Reino Unido en la UE dimite a pocas semanas de la activación del ‘Brexit’
Ivan Rogers era el representante británico que iba a guiar la salida de Londres de la Unión Europea
Bruselas
Sin estrategia definida medio año después de la sorpresa delBrexit, Reino Unido da la sensación de haberse convertido en una especie de camarote de los hermanos Marx. El embajador británico ante la Unión Europea, Ivan Rogers, ha presentado hoy su dimisión, por sorpresa y a apenas tres meses de que Londres notifique oficialmente su intención de salir de la UE. Rogers llegó a Bruselas de la mano del dimitido David Cameron, y se ha ido distanciando del Ejecutivo que dirige ahora la líder de los conservadores, Theresa May. Considerado como uno de los escasos negociadores con experiencia por el lado británico, llevaba semanas alertando de las dificultades para alcanzar un buen acuerdo, lo que en la jerga bruselense se conoce como Brexit blando. Una filtración a la BBC le dejó expuesto en diciembre a las críticas de los tabloides por asegurar que la firma de un acuerdo comercial con Europa podía llevar 10 años. Ese pesimismo no le ha ayudado en su relación con Londres. Ante la voluntad de limitar la libre circulación expresada sin ambages por May, el diplomático sostenía que iba a ser extremadamente difícil conservar el acceso al mercado único. Rogers no ha explicado las razones de su decisión, pero finalmente ha decidido adelantar prácticamente un año su salida, prevista para octubre.
El shock inicial en el Foreign Office (Ministerio de Exteriores británico) ha sido palpable. Después, un portavoz del Gobierno ha asegurado que la salida de Rogers se explica "para permitir que su sucesor sea nombrado antes de que Reino Unido notifique la salida de la UE a finales de marzo". El nuevo embajador llegará en breve. según las fuentes consultadas.
ElBrexit ha provocado un extraño consenso en Bruselas, que se resume en apenas dos frases: no habrá ningún tipo de negociación antes de la notificación de salida (en marzo), y no puede haber acceso al mercado único si no se respeta la libre circulación de personas. Entre los 27 países de la nueva UE sin Reino Unido no se han detectado apenas fisuras en ese discurso, patrocinado por el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, y del Consejo, Donald Tusk. El negociador en jefe de la Comisión, el francés Michel Barnier, consolidó en diciembre la idea de un Brexit duro al recortar los plazos de negociación para el acuerdo entre Londres y Bruselas a apenas 18 meses. Frente al bloque europeo –una rareza en estos tiempos de fracturas en la Unión--, Londres apenas ha dicho esta boca es mía. May se ha visto orillada ya en varias cumbres europeas. Sigue sin dejar claro qué quiere, ni cómo va a conseguirlo. Y la dimisión de su embajador en Bruselas añade incertidumbre a la posición británica, sin táctica ni estrategia conocidas.
El Brexit es un desafío formidable para una UE marcada por la policrisis de los últimos años y que llega a su 60º aniversario cargada de dudas: en medio de una "crisis existencial", según la feliz definición de Juncker. Pero por el lado británico las vacilaciones son, si cabe, aún mayores. May está obligada a aclarar sus planes en un esperado discurso antes de que finalice enero. Los tribunales deben decidir, también este mes, si para notificar la salida de la UE la primera ministra tiene que aprobar primero una ley y, por tanto, someterse al escrutinio de la Cámara de los Comunes. El calendario electoral –Holanda, Francia y Alemania— podría ayudar a la primera ministra británica si la extrema derecha sigue al alza y consigue endurecer las políticas migratorias, pero en todos esos países sigue siendo más probable un Gobierno proeuropeo que una sorpresa populista. Y con ese horizonte gris, empiezan los reveses: la economía británica se desacelerará este año, según las previsiones de los analistas, pese a que el impacto del Brexit se circunscribe por el momento a la fuerte caída de la libra esterlina. Y la banca empieza a abandonar el barco: el histórico Lloyd’s presentó hace unas semanas planes para abandonar parcialmente la City, varias entidades japonesas se han expresado en el mismo sentido y las grandes consultoras esperan las primeras decisiones por parte de los grandes bancos en los primeros meses de este año.
El pesimismo (o realismo) de Rogers ha topado una y otra vez con la estrategia poco definida de Downing Street, según las fuentes consultadas: “Su dimisión no puede ser una sorpresa para nadie, pero aún así alimenta el peligro de una mayor incertidumbre por el lado británico”, explican fuentes diplomáticas. “Esa dimisión hace aún más improbable un buen acuerdo: Rogers era uno de los pocos asesores del Gobierno británico que realmente entendía la UE”, ha asegurado Charles Grant, director del laboratorio de ideas Centro para la Reforma Europea (CER, por sus siglas en inglés) de Londres. Bruselas no ha dado hoy una respuesta oficial a la salida del embajador, pero es consciente de que el otro lado de la mesa de negociación acaba de debilitarse.
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