sábado, 12 de marzo de 2022
Un urogallo de la subespecie de los Pirineos de la población de Cataluña.
Un urogallo de la subespecie de los Pirineos de la población de Cataluña.
TONI BATET
Esther Sánchez
ESTHER SÁNCHEZ
Madrid - 04 MAR 2022 - 05:30 CET
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En ninguno de los pocos reductos donde sobrevive el urogallo en España (Cordillera Cantábrica y Pirineos) se ha encontrado la fórmula para frenar su declive a pesar de las inversiones y los esfuerzos realizados. Los científicos denuncian que la gestión no ha sido la adecuada, la cría en cautividad no ha funcionado y no se ha protegido el territorio de actividades humanas como la caza de otras especies, la apertura de pistas forestales o la celebración de carreras de montaña, que producen un alto estrés en la especie. El Libro Rojo de las Aves apunta a la existencia de unos 700 individuos, 292 (200 machos y 92 hembras) de la subespecie de la Cordillera Cantábrica (Tetrao urogallus cantabricus) y más de 400 de la subespecie pirenaica (Tetrao urogallus aquitanicus). Estos núcleos constituyen el límite de la población sur europea, lo que les hace muy sensibles al cambio climático.
La población en peor situación es la cantábrica, que está declarada desde 2018 en situación crítica. Un reciente estudio del Instituto de Investigación de Recursos Cinegéticos (IREC) reduce todavía más la población cantábrica, a tan solo 192 individuos. Los resultados indican que desde la década de 1970 se ha producido una reducción del 83% del área ocupada en esa zona.
El doctor en biología Javier Castroviejo, que describió la subespecie cantábrica desconocida hasta ese momento para la ciencia, vivió la época en la que el urogallo se cazaba “de una forma desaforada” y ahora vive la de su desaparición, “tras un declive al que nadie quiso prestar atención”. Los cazadores aprovechaban la época de celo en la que no oyen para abatirlos. “Se mataban muchísimo incluso antes de que pudieran cubrir a la hembra, yo les decía horrorizado que pararan, pero no lo hacían”, rememora. Su caza se prohibió en 1979, pero ya había provocado un desgarro difícil de solucionar. Luego llegaron otra serie de “desatinos”, que han contribuido al declive. “Se abrieron pistas forestales, varias por cantaderos; hubo talas y un cambio enorme del uso del territorio con la desaparición de la ganadería, lo que provocó la aparición de más matorral y la explosión de jabalíes, y todo ello en un contexto de cambio climático”, enumera.
También critica la forma en la que se ha invertido el dinero de Europa, 6,9 millones del Life+urogallo cantábrico, que perseguía la cría y reintroducción del ave en el Principado de Asturias desde un centro ubicado en Sobrescobio. No se consiguió reintroducir ningún pollo y las otras medidas adoptadas tampoco pararon la sangría de los gallos. A pesar del fracaso, se va a volver a intentar en un nuevo centro de cría en Castilla y León, para el que el Ministerio para la Transición Ecológica destinó 453.852 euros.
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