jueves, 19 de julio de 2018

Nuestros hijos.

Así es como pensábamos y decidíamos en 1968, Joëlle y yo. María y yo.

Concebimos nuestros hijos y los gestamos porque, donde y cuando quisimos. Vuestras Instituciones no son nuestras. Vuestras leyes no son  las nuestras. Nosotros no tenemos leyes, somos libres y no esclavos. No tenemos propiedades. No tenemos tierra prometida por dios alguno. Nuestra lengua no es propiedad de nadie. Nuestra lengua da vida y no violenta como la vuestra hace.

Hacemos herramientas y no utensilios. Damos las manos y no las tomamos.

Mi hijo Martín es, culturalmente, judío, como yo soy cristiano romano. Su formación desde niño ha  sido científica, que puede ser observada como físico teórico dedicado a la investigación. Ello, según siempre me ha dicho su abuelo Pierre, ha sido influido por mi, a pesar de los cortos períodos de convivencia, y su madre.

Nota.- Mis hijos, María y Federico, son de mi confesión, aunque su madre tenga origen asturiano, de mi familia paterna, a la vez que húngara relacionada con Georgia.


Padre, perdona, me preguntaron quiénes éramos y, sin pensarlo, dije sus hijos.

No pasa nada. Perdonar vosotros, haremos el viaje cuando me restablezca. Decir que estoy bien.







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